Pepenadores se casan en basurero

Una pareja de catadores de lixo, como en Brasil se conoce a los recolectores de materiales reciclables, protagonizó este viernes la última historia de amor en el mayor basurero de América Latina y que cerrará sus puertas para siempre.

Vestida de blanco, como manda la tradición, Valdineide dos Santos Ferreira, de 62 años, llegó hasta un altar improvisado en el Lixão da Estrutural, un cementerio de basura situado en Brasilia, la capital del país que diariamente recibe mil 800 toneladas de residuos.

Su lugar de trabajo, el segundo mayor basurero del mundo, se convirtió este viernes en el escenario de su boda, un terreno árido de 200 hectáreas en la que conviven diariamente los funcionarios, los catadores de lixo y las aves carroñeras.

A pesar de ser un escenario hostil, Dos Santos Ferreira pasó parte de su vida en el Lixão da Estrutural, donde conoció a su ahora esposo, Deoclides Nascimento Brito, de 38 años. Por eso, no dudó en decir «sí, quiero» entre los deshechos y mostrarse feliz ante el mundo.

«Espero que todo el mundo sea feliz como yo lo estoy siendo», deseó Dos Santos minutos después de contraer matrimonio.

En el enorme basurero, situado a unos 30 kilómetros del centro de poder de Brasil, trabajan unos 3 mil pepenadores que se ganan la vida rebuscando entre la cochambre.

Allí ha pasado los últimos 33 años de su vida Francisco Neto Noia, quien llegó al Lixão da Estrutural cuando todavía era un niño y ahora ve amenazada su principal fuente de renta.

«Aquí va a quedar mucho padre de familia desempleado y mucha madre de familia desempleada», denunció Noia, quien no confía en la alternativa propuesta por el gobierno regional de Brasilia.

El próximo sábado el Lixão da Estrutural pondrá el candado después de casi 60 años de actividad y el local será sustituido por el Aterro Sanitário de Brasilia, un «compromiso de campaña» del gobernador Rodrigo Rollemberg.

«Es una vergüenza tener en la capital del país el segundo mayor basurero del mundo», denunció en una entrevista telefónica a la agencia Efe Rollemberg. Tras el cierre del depósito, señaló, «Brasilia va a dar un salto de civilización».

Rollemberg subrayó que en el nuevo basurero serán instalados cinco almacenes donde una parte de los recolectores podrán continuar realizando sus actividades de forma organizada y recibirán una compensación económica, aunque algunos catadores se muestran escépticos.

Entre las montañas de basura del Lixão da Estrutural, algunas con más de 50 metros de altura, los catadores buscan material reciclable que posteriormente revenden a algunos intermediarios y que constituyen la principal y única renta de muchas familias en Brasil.

En todo el país suramericano hay entre 800 mil y un millón de catadores de lixo, de los cuales cerca del 65 % son mujeres, según datos del Movimiento Nacional de los Recolectores de Materiales Reciclables (MNCR, en sus siglas en portugués).

La inmensa mayoría trabaja por cuenta propia, aunque hay algunas cooperativas regularizadas, y su labor es vital, pues son responsables de la colecta del 90 % de todo lo que es reciclado en el gigante suramericano.

Con tan solo 15 años, Samuel de Oliveira es uno de los catadores de lixo que trabajan entre residuos para poder comer, pero ahora, con el cierre del Lixão da Estrutural, piensa en volver a estudiar o realizar algún curso que le permita encontrar un empleo mejor.

EXCÉLSIOR