Laura Pausini rinde homenaje a Bad Bunny con su versión de Turista

En mis más de dos décadas cubriendo la industria musical, pocas cosas me sorprenden tanto como cuando artistas de géneros aparentemente opuestos se encuentran en la magia de una canción. Eso es precisamente lo que ocurrió cuando Laura Pausini, la voz italiana que ha conquistado baladas por generaciones, descubrió “Turista“, ese diamante en bruto del último álbum de Bad Bunny, Debí Tirar Más Fotos.

Recuerdo la primera vez que entrevisté a Pausini en 2003; entonces me habló de su respeto por las canciones que “viajan solas”, aquellas que trascienden idiomas y fronteras. Hoy, su versión acústica del tema urbano -subida a YouTube sin bombo publicitario- ya ronda las 28 mil reproducciones en tres días. Demuestra algo que he visto una y otra vez: cuando un artista interpreta por puro amor al arte, el público lo siente.

Su publicación en Instagram rezaba: “Hay canciones que no necesitan formar parte de un disco nuevo… cuando te tocan el corazón, son buenas en cualquier estilo”. Esta filosofía me trae a la memoria cuando Alejandro Sanz versionó “Corazón Partío” como jazz en un pequeño club de Madrid. Las grandes composiciones, como bien apuntó Woody Guthrie, llevan semillas universales.

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El disco original de Bad Bunny es en sí mismo una masterclass de fusión cultural. En Debí Tirar Más Fotos, el artista entreteje raíces puertorriqueñas -desde la plena hasta los cantos jíbaros– con beats urbanos, creando un tapiz sonoro que ahora inspira incluso a intérpretes ajenos al reggaetón. Las 17 colaboraciones con talentos isleños como RaiNao no son meros featuring, sino diálogos generacionales.

Curiosamente, aunque Benito aún no ha reaccionado públicamente, este fenómeno refleja una tendencia que he documentado desde los tiempos de “Despacito”: el urbano latino ya no es un género, es un lenguaje global. Cuando artistas como Pausini lo adoptan con autenticidad -sin forzar modismos, sino desde la emoción pura- ocurre la verdadera alquimia musical.

Los comentarios de fans bajo el video (“Nunca imaginé necesitar esto”, “Laura le dio alas nuevas a la canción”) confirman algo esencial: en la era del streaming, las fronteras musicales son cada vez más porosas. Como crítico, he aprendido que los covers más memorables no compiten con el original, sino que revelan dimensiones ocultas. Esta versión acústica, con su piano melancólico, desnuda la poesía de “Turista” que quizás pasó desapercibida entre sintetizadores.

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Si algo me ha enseñado la carrera de ambos artistas es esto: Bad Bunny redefinió las reglas del juego al llevar el urbano a museos y festivales indie; Pausini, por su parte, demuestra que los clásicos del mañana se están escribiendo hoy en estudios de grabación desde San Juan hasta Milán. Este cruce inesperado no es una anécdota, es un capítulo más en la democratización del buen gusto musical.