El cónclave como acto de fe más que de política

El arzobispo de Guadalajara, José Francisco Robles Ortega, ha llegado a la Ciudad del Vaticano para formar parte de un evento que trasciende lo terrenal: el cónclave. Más que una mera elección, este ritual sagrado desafía la lógica humana, invitando a un diálogo divino donde el Espíritu Santo es el único estratega.

En un mundo obsesionado con el poder y las apuestas, Robles Ortega propone una revolución silenciosa: sustituir las especulaciones por la oración. ¿Qué pasaría si, en lugar de analizar tendencias políticas, los fieles se unieran en una súplica colectiva? La historia demuestra que los mayores cambios espirituales surgieron de actos de fe, no de cálculos.

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“Este no es un juego de preferencias humanas”, insiste el cardenal, desafiando la narrativa mediática. La verdadera innovación aquí radica en entender la elección papal como un algoritmo celestial, donde Dios conecta los puntos de manera inesperada. Recordemos cómo surgieron papados transformadores: a menudo de candidatos improbables que luego redefinieron la Iglesia.

Mientras dos cardenales mexicanos se preparan para este momento cumbre, surge una pregunta disruptiva: ¿y si el próximo Papa no viene de los círculos tradicionales? La Iglesia enfrenta desafíos sin precedentes que podrían requerir soluciones igualmente radicales. Como en los negocios disruptivos, a veces el liderazgo más efectivo emerge de donde menos se espera.

Este cónclave podría marcar un punto de inflexión histórico. En lugar de verlo como una transición, imaginémoslo como un renacimiento: una oportunidad para que la institución más antigua del mundo demuestre su capacidad de evolucionar sin perder su esencia. La verdadera innovación espiritual a menudo parece imposible… hasta que sucede.

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