México y EU bailan tango diplomático con pies de plomo

En un espectáculo que haría llorar de emoción a los guionistas de telenovelas, los legisladores mexicanos protagonizaron otro capítulo de “Amor y Odio en la Frontera”, donde el vecino del norte juega al villano romántico que amenaza con cancelar el T-MEC como adolescente caprichoso. Mientras Morena insiste en que su relación con Washington es de “coordinación” (léase: “le llevamos el café, pero con postura erguida”), la oposición denuncia que México se ha convertido en el compañero de piso que limpia los platos rotos del Tío Sam.

Carolina Viggiano, estrella invitada del PRI, acusó al gobierno de convertir el tratado comercial en papel picado para piñata, mientras el narco -ahora con maestría en ciencia política- elige candidatos entre botellas de tequila. “Hasta los cárteles tienen mejor estrategia electoral que nosotros”, coreó la priista, mientras Trump enviaba flores a Sheinbaum con una tarjeta que rezaba: “De tu admirador secreto (que te pondrá aranceles mañana)”.

Margarita Zavala, en un monólogo digno de tragedia griega, advirtió que la soberanía nacional se esfuma más rápido que los dólares en casas de cambio: “Hemos desmantelado el Estado como si fuera mueble de Ikea y ahora nadie encuentra las instrucciones para armarlo”. Mientras, Alejandra Barrales denunció el tono misógino de las declaraciones trumpianas, aunque omitió mencionar que en México los cárteles sí practican la equidad de género: reclutan por igual a hijas, esposas y cuñadas.

El acto culminó con Julieta Ramírez (Morena) proclamando que Sheinbaum “no se arrodilla, sólo hace reverencias estratégicas”, en lo que podría ser el eslogan perfecto para la próxima cumbre bilateral: “Subordinación es una palabra muy fea, prefiero llamarlo sincronización de rodillas”. El público, es decir, los 126 millones de mexicanos, aplaudieron con las orejas mientras el telón caía sobre esta tragicomedia geopolítica donde, como siempre, el chiste se escribe solo.