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La farsa del gusano que paralizó la frontera y otros cuentos burocráticos

La diplomacia ganadera se enreda en un absurdo burocrático mientras las moscas estériles dictan la política bilateral.

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La farsa del gusano que paralizó la frontera y otros cuentos burocráticos

El gusano barrenador, nuevo canciller honorario de las relaciones México-EU, demuestra que un parásito puede ser más eficaz que cumbres presidenciales.

En un giro tragicómico que Jonathan Swift hubiera envidiado, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) declaró la emergencia nacional: un ejército de larvas sedientas de carne fresca amenaza con devorar el sueño americano. No es una metáfora de la inflación, sino el gusano barrenador, criatura microscópica que logró lo que ningún muro fronterizo: paralizar el flujo de reses mexicanas con la eficacia de un decreto presidencial.

Brooke Rollins, secretaria de Agricultura y protagonista involuntaria de este reality show parasitario, anunció por X (antes Twitter, antes herramienta de democracia) que la última vez que este “devastador invasor” cruzó ilegalmente la frontera, la industria ganadera tardó tres décadas en recuperarse. Curioso paralelismo con los tratados comerciales renegociados cada sexenio.

Mientras tanto, Julio Berdegué, su contraparte mexicana, jugaba al diplomático de feria entre Washington y los establos de Chihuahua. Tras supuestos acuerdos de cooperación —que incluyen exportar etanol e importar burocracia—, la solución mágica llegó: 90 millones de moscas estériles semanales, arrojadas como confeti en una boda entre gobiernos que no se aguantan. La ironía: insectos incapaces de reproducirse son el único símbolo de fertilidad en esta relación bilateral.

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El verdadero absurdo: México invirtió 165 millones de pesos en combatir al gusano, mientras EU bloqueaba el aterrizaje de aviones antilarvarios. ¿Razón? Seguridad nacional. Porque nada protege mejor al país que dejar que las reses mueran infestadas antes de permitir que un piloto extranjero rocíe moscas castradas sobre el desierto.

Y así, entre aeronaves que no aterrizan, acuerdos que se suspenden y gusanos que viajan sin visa, el comercio binacional se reduce a una fábula kafkiana donde los animales son los únicos que no fingen estar enfermos.

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