NUEVA ORLEANS — Las autoridades federales han elevado la recompensa a $10,000 por cada uno de los siete reclusos que permanecen prófugos tras una fuga masiva en una prisión de Nueva Orleans. Los detenidos escaparon a través de un túnel improvisado detrás de un inodoro, exponiendo graves fallas en la infraestructura carcelaria. Una docena de agencias, incluyendo el FBI y la ATF, rastrean la zona con drones y tecnología de reconocimiento facial.
Jonathan Trapp, agente especial del FBI, confirmó que sospechan complicidad externa: “Quienes ayuden a los fugitivos enfrentarán cargos federales”. Los prófugos, entre 19 y 42 años, tienen antecedentes por homicidio, violencia doméstica y asalto con arma. La recompensa total supera los $100,000, combinando fondos del FBI, ATF y Crimestoppers.
La fiscal general Liz Murrill calificó el hecho como “una falla sistémica”. Mientras, el gobernador Jeff Landry ordenó una auditoría urgente al Departamento de Correcciones, señalando retrasos procesales y cerraduras obsoletas como responsables. “Este centro alberga 1,400 reclusos con medidas de seguridad del siglo XX”, criticó Susan Hutson, jefa policial del distrito.
La tecnología juega un rol clave: cámaras térmicas y algoritmos predictivos analizan patrones de movimiento. Sin embargo, la alerta tardía —horas después de la fuga— ha generado críticas hacia la coordinación interagencial. Un detenido fue capturado gracias a inteligencia ciudadana difundida en redes sociales.
Expertos en criminología señalan que el caso refleja la crisis carcelaria nacional: sobrepoblación, infraestructura decadente y fugas récord. Mientras las autoridades rastrean pistas en tres estados, el mensaje es claro: “No se acerquen, son altamente peligrosos”, advirtió la superintendente Anne Kirkpatrick.
La fuga, considerada una de las mayores en la historia de Luisiana, ha reavivado el debate sobre reformas penitenciarias y financiamiento para modernizar sistemas de vigilancia con IA y biometría.