Un hombre muere tras brutal ataque en el norte de Monterrey

MONTERREY, NL.- En un espectáculo de eficiencia gubernamental digno de un premio Nobel de la Paz, un ciudadano fue convenientemente asesinado a golpes y puñaladas en el norte de Monterrey, mientras las fuerzas del orden cumplían su sagrado ritual de llegar justo cuando los culpables ya habían desaparecido. Todo ocurrió en la pintoresca Colonia Josefa Ortiz de Domínguez, donde el servicio de emergencias 911 demostró una vez más su infalible capacidad para registrar hechos con precisión histórica, pero sin interferir en el libre desarrollo de la violencia.

Los valientes elementos de Fuerza Civil, quienes patrullaban cerca (pero no lo suficiente), encontraron al señor Roberto Rodríguez, de 50 años, decorando el pavimento con su propia sangre. Ante tal panorama, los uniformados siguieron el protocolo oficial: llamaron a una ambulancia del CRUM, cuyo personal, tras un exhaustivo examen de 30 segundos, dictaminó que el paciente estaba “demasiado muerto” para merecer sus servicios. ¡Eficiencia que emociona!

Según testigos (que siempre aparecen después como personajes secundarios en estas tragicomedias), los agresores fueron dos caballeros que visitaron al difunto para una animada discusión filosófica sobre la fragilidad de la vida humana, utilizando como argumentos contundentes un arma blanca y sus puños. La víctima, en un acto de rebeldía ante la dialéctica violenta, decidió no sobrevivir al debate.

Mientras tanto, las autoridades prometieron investigar el caso con la misma diligencia con la que se construyen segundos pisos de carreteras: lentamente, costosamente y con resultados cuestionables. ¡Así se escribe otra página gloriosa en el libro de la seguridad neoleonesa!