Operativo en Sonora decomisa arsenal digno de una guerra civil

En un despliegue que hubiera hecho llorar de orgullo a Rambo (si no estuviera ocupado esquivando impuestos), las autoridades mexicanas allanaron una vivienda en Guaymas que parecía el catálogo de Amazon para narcotraficantes. Entre los hallazgos: diez armas (siete largas, dos cortas y un fusil de asalto que resultó ser de mentiritas, como las promesas de combate al crimen), 760 balas (suficientes para reescribir la Constitución a tiros), y equipo táctico tan sofisticado que hasta los Navy SEALS preguntaron “¿dónde compran?”.

La Fiscalía de Sonora, en un comunicado que mezcla burocratese con wishful thinking, anunció el decomiso de: 44 cargadores (uno por cada funcionario que dice combatir el narco), poncha llantas (para cuando el crimen organizado quiera jugar al derby demolición), y suficiente “cristal” como para que Walter White reconsiderara su retiro. La joya de la corona: un Jeep robado en EE.UU., porque el TLCAN también aplica para el mercado negro.

Mientras los peritos fotografiaban el botín con el celular (porque hasta el crimen tiene mejor equipo que las fiscalías), la Marina y la AMIC se dieron palmaditas en la espalda por esta “victoria”. Ignoraron el detalle de que el dueño del arsenal seguramente ya compró otro en la tienda de armas de la esquina, que abre más temprano que las oficinas gubernamentales.

La Fiscalía cerró el boletín con su mantra favorito: “reiteramos nuestro compromiso contra el crimen organizado”. Traducción: seguiremos organizando ruedas de prensa cada vez que decomisemos lo que el narco puede reponer antes de que termine el comercial de la lotería nacional.

Y así, entre balas perdidas y promesas encontradas, Sonora demuestra que en la guerra contra el narco, el único negocio que nunca pierde es el de las funerarias.