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El diputado millonario que compró un palacio mientras sus cuentas estaban congeladas

Un legislador millonario y sus misteriosas transacciones bajo la lupa de la justicia.

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En un giro digno de una tragicomedia política, el honorable Arturo Ávila Anaya, diputado federal de Morena y autoproclamado paladín de la austeridad, ha demostrado una vez más que la virtud revolucionaria se mide en metros cuadrados. Mientras su empresa de tecnología balística luchaba contra un bloqueo bancario, el ilustre representante popular adquiría una mansión en Rancho Santa Fe, el paraíso terrenal donde Bill Gates y Arnold Schwarzenegger descansan de salvar el mundo. ¿Coincidencia? ¡Claro que no! Es solo el milagro del capitalismo morenista, donde las cuentas se congelan pero los bienes raíces hierven.

La organización Mexicanos Contra la Corrupción tuvo la osadía de señalar esta peculiar sincronía financiera, a lo que el diputado respondió con la elegancia dialéctica que lo caracteriza: “descubrieron absolutamente nada“. Y razón no le falta, porque en este país, comprar una propiedad de 4.8 millones de dólares con fondos inexplicables no es corrupción, es emprendimiento patriótico. Además, como bien aclaró en sus redes, él no vive en lujos, solo los “compra, remodela y vende”. Un filántropo inmobiliario, nada menos.

Pero no se equivoquen: el currículum de Ávila es tan impresionante como su cartera de propiedades. Con estudios en Derecho Angloamericano y una maestría en alta dirección, este hombre es un verdadero Renaissance de la era populista. Fundador de think tanks, columnista, analista político y, por supuesto, magnate de la industria militar. Porque ¿qué mejor preparación para servir al pueblo que vender sistemas balísticos y purificadores de agua? La dualidad del hombre moderno.

Lo más conmovedor es su trayectoria política: de activista pro-AMLO en el PRD a fundador de Morena, como si la evolución ideológica fuera un juego de serpientes y escaleras. Hoy, como vocero parlamentario, dedica sus días a defender la cuarta transformación desde su residencia californiana, porque la patria también se sirve desde el extranjero. Eso sí, todo declarado y público, como sus contradicciones.

Mientras tanto, la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿cómo hace un servidor público para comprar un palacio en dólares mientras su empresa militar está en números rojos? La respuesta, queridos ciudadanos, es simple: mérito revolucionario. Porque en México, la única balística que nunca falla es la de los negocios bajo el manto de la impunidad.

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