Paciente convulsiona tras ser sometido por guardias del IMSS

En un espectáculo digno de un reality show burocrático, un paciente del IMSS en Colima descubrió que exigir sus medicamentos recetados es un deporte extremo. El hombre, armado únicamente con su receta médica y una fe inquebrantable en el sistema de salud, fue sometido por un escuadrón de seguridad más eficiente que los protocolos médicos del lugar.

La escena, grabada por testigos, parece sacada de un manual de “cómo no atender a un paciente”: mientras el señor reclamaba su antiepiléptico (irónicamente útil para evitar convulsiones), cuatro guardias decidieron que la mejor receta era una dosis de violencia institucional. “No sabe”, le espetó la empleada de farmacia, en lo que podría ser el lema no oficial de la administración pública.

El paciente, víctima de una burocracia que funciona con la agilidad de un trámite fiscal, terminó convulsionando en el suelo mientras los custodios aplicaban la terapia de choque más literal de la historia. Los espectadores, horrorizados, vieron cómo el personal de ventanilla se reía de la situación, demostrando que en el IMSS el “humor negro” es especialidad médica.

El comunicado oficial del instituto fue una obra maestra del doble discurso: mientras afirmaban haber actuado con “respeto y dignidad”, las imágenes mostraban a un hombre siendo golpeado con un termo rojo (¿nuevo instrumento médico certificado?). Eso sí, prometieron investigar, porque en México las investigaciones institucionales son como los medicamentos del cuadro básico: todos saben que existen, pero nadie los ve cuando se necesitan.

La cereza del pastel: el medicamento en cuestión, pregabalina, ya le había sido entregado días antes. Porque en este país, la salud es como el presupuesto público: si no lo gastas rápido, te lo quitan. Y si te atreves a reclamar, el Estado tiene siempre a mano su mejor tratamiento: una dosis masiva de realidad.