Nacional
Sheinbaum defiende la soberanía judicial frente a recomendaciones de la OEA
La respuesta mexicana a la OEA destapa un debate sobre soberanía y límites de organismos internacionales.

En un giro digno de una tragicomedia diplomática, la presidenta Claudia Sheinbaum se erigió este sábado como la heroína inesperada de la soberanía nacional, enfrentándose al monstruo burocrático continental conocido como la OEA. ¿Su crimen? Atreverse a sugerir —¡oh, la audacia!— que México no necesita lecciones de democracia de quienes confunden observación con colonialismo electoral.
“No está dentro de sus funciones dar recomendaciones”, declaró Sheinbaum con la serenidad de quien explica a un niño por qué no debe meter los dedos en el enchufe. La escena, ambientada en el pintoresco Coatetelco, Morelos, parecía extraída de un manual de resistencia poscolonial: líder local rechaza intromisión de organismo que aún sueña con ser el árbitro continental.
Mientras tanto, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) redactaba una nota diplomática que podría resumirse como: “Querido Alberto Radmin, secretario general de la OEA: su informe preliminar es tan útil como un termómetro en el infierno”. Con elegancia burocrática, México recordó al organismo que el Artículo 3 de su propia Carta prohíbe jugar al arquitecto institucional con países soberanos.
La cereza del pastel llegó cuando la Cancillería —en un tono que mezclaba paciencia pedagógica con ironía fina— señaló que la misión observadora había “rebasado su mandato”. Traducción no diplomática: se pasaron tres pueblos, como turista que corrige al chef en un restaurante michelin.
El comunicado oficial, obra maestra del doble lenguaje, incluía perlas como: “Menos aún emitir juicios de valor”. O sea: pueden observar, pero calladitos. La defensa del proceso electoral del 1 de junio sonó a “nuestra democracia es tan perfecta que hasta parece hecha en Suiza… si Suiza tuviera piñatas institucionales”.
Entre líneas, el mensaje era claro: México jugará al sistema judicial que le plazca, aunque para la OEA parezca tan ortodoxo como elegir jueces con una ruleta de casino. Al fin y al cabo, como reza el viejo refrán diplomático: la soberanía es como la suegra, solo se discute cuando no está presente.

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