Louis Vuitton despliega diamantes y celebridades para tapar la crisis existencial

En un acto de sublime irrelevancia, la sagrada Maison Louis Vuitton ha desplegado su último arsenal contra la vulgaridad humana: 110 artefactos de distracción masiva, erigidos en metales preciosos y piedras que harían llorar de envidia al propio rey Midas. La operación de contrainteligencia estuvo liderada por Ana de Armas, espía cultural de alto rango, cuyo rostro irradia suficiente carisma como para hacer olvidar al público que un solo collar de la colección “Virtuosity” equivale a la deuda externa de Micronesia.

Los sumos sacerdotes de la moda describen esta colección como “dos mundos a la vez”, aunque omiten mencionar cuáles: ¿el de los que comen caviar en yates y el de quienes revisan la basura en busca de comida? La pieza estrella, una esmeralda brasileña de 30,75 quilates, parece diseñada para compensar la falta de verduras en las dietas de la jet set. Mientras tanto, el diamante tallado con el logo LV (10,56 quilates) sirve como recordatorio de que incluso los minerales más duros pueden ser doblegados al culto del capitalismo místico.

En medio de inflaciones globales y crisis climáticas, Louis Vuitton nos regala este manifiesto de opulencia irónica, donde el “virtuosismo” se mide en piedras por centímetro cuadrado y la creatividad brilla… literalmente, gracias al trabajo infantil en minas africanas. Ana de Armas, convertida en musa de este circo barroco, sonríe mientras el mundo arde. Après nous, le déluge.