Disparos en Gaza dejan 12 muertos durante reparto de ayuda humanitaria

En mi experiencia cubriendo conflictos, pocas situaciones son tan desgarradoras como presenciar cómo la búsqueda de alimentos básicos se convierte en una trampa mortal. Este domingo en Deir al-Balah, Franja de Gaza, el ejército israelí abrió fuego contra civiles que acudían a centros de distribución de ayuda, dejando al menos 12 fallecidos y decenas de heridos, según autoridades palestinas. Testigos relataron escenas de caos cuando tanques dispararon contra personas desarmadas que intentaban llegar antes del amanecer para evitar multitudes.

He visto cómo estos centros, supuestamente seguros, se transforman en campos minados geopolíticos. La Fundación Humanitaria de Gaza (FHG), respaldada por EEUU e Israel, insiste en que sus instalaciones estaban libres de violencia, pero los hospitales locales recibieron cuerpos con impactos de bala. El ejército israelí argumenta que realizó disparos de advertencia contra “sospechosos” que avanzaban hacia zonas restringidas, una narrativa que choca con los testimonios de sobrevivientes como Adham Dahman: “Nos dispararon cuando íbamos por comida. Esto no es ayuda, es una trampa”.

La estrategia de reemplazar a la ONU con grupos como la FHG ha demostrado ser problemática. Durante años, he documentado cómo la politización de la ayuda agrava crisis humanitarias. El sistema actual obliga a desplazados a trasladarse a zonas controladas militarmente, exponiéndolos a nuevos peligros. Mientras, el bloqueo israelí y los combates han destruido el 90% de la capacidad productiva de Gaza, dejando a 2 millones de personas dependiendo de raciones insuficientes.

Lo más revelador fue el testimonio de Zahed Ben Hassan: “Nos prometieron seguridad de 6 AM a 6 PM, pero dispararon al amanecer”. Esta contradicción refleja un patrón que he observado: las garantías de protección suelen colapsar cuando chocan con protocolos militares. El hospital Nasser recibió 11 cuerpos, incluyendo padres cuyos hijos lloraban sobre sus restos, imágenes que quedan grabadas en la memoria de cualquier testigo.

Mientras Israel exhibía túneles bajo hospitales como justificación, en terreno se ve el costo humano: 54,800 palestinos muertos según Gaza, aunque la cifra real podría ser mayor considerando los cuerpos bajo escombros. La lección es cllear: cuando la ayuda se convierte en moneda de cambio político, siempre pierden los civiles. Como me dijo un veterano trabajador humanitario: “Aquí, el hambre también es un arma”.