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Trump convierte la emergencia en política cotidiana

El arte de gobernar por decreto: cuando la emergencia se convierte en rutina.

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Trump convierte la emergencia en política cotidiana

La Casa Blanca insiste en que el presidente tiene derecho a usar poderes excepcionales… incluso para caprichos gastronómicos.

En un giro digno de Los viajes de Gulliver, el presidente Donald Trump ha descubierto la fórmula mágica para gobernar sin molestias democráticas: declarar una “emergencia nacional” cada vez que un semáforo se pone en rojo. ¿Problemas con el clima? Emergencia. ¿La bolsa baja dos puntos? Emergencia. ¿Un pájaro le ensució el Air Force One? Emergencia nuclear.

Según un estudio satírico (pero no tanto), el mandatario ha invocado poderes excepcionales más veces que Bush después del 11-S y Obama durante la crisis financiera juntos. Su último decreto, titulado “Protejamos a la Patria de los calcetines feos importados”, utiliza la Ley de Poderes Económicos de Emergencia de 1977, originalmente creada para evitar colapsos geopolíticos, no para salvar a los votantes del mal gusto textil.

El manual del dictador perezoso

Expertos en democracia señalan que Trump ha perfeccionado el arte de gobernar por WhatsApp: escribe una orden ejecutiva entre dos tuits, la firma con un Sharpie dorado y voilà: el Congreso queda reducido a un decorado de cartón piedra. “Es brillante”, admite un politólogo mientras llora sobre su copia de la Constitución. “¿Para qué debatir leyes cuando puedes declarar que el TLC es una invasión extraterrestre?”

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“El presidente está destruyendo reinventando el equilibrio de poderes”, explica la portavoz de la Casa Blanca mientras ajusta su corbata de camuflaje. “Si Madison viviera, estaría… probablemente declarando una emergencia para huir del país.”

La rebelión de los jueces (que llegará en 3-5 años laborales)

Mientras tanto, el poder judicial intenta frenar este circo con la velocidad característica de un sloth con resaca. Un tribunal federal casi anuló los aranceles a las lavadoras coreanas (declaradas “armas de destrucción masiva” por su ciclo de centrifugado), pero el caso quedó empantanado en apelaciones. “Los jueces temen que si lo frenan, Trump declare una emergencia judicial”, confiesa un clerk anónimo.

Los legisladores, por su parte, han respondido con su arma más letal: comunicados de preocupación. El senador Blumenthal advirtió que esto podría llevar a la autocracia, justo antes de posponer la votación para ir a un cóctel de lobbyistas. “Es trágico”, reflexiona un historiador. “Roma quemaba, Nerón tuiteaba, y el Senado debatía si el incendio cumplía con los códigos ambientales.”

Mientras el país espera que el sistema de frenos y contrapesos deje de ser un eslogan de museo, Trump prepara su próximo movimiento: declarar emergencia patriótica para construir un muro… alrededor de Mar-a-Lago. Por suerte, la Constitución lo permite. O al menos, lo permitirá después de otro decreto.

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