Durango desbarata fábrica de metanfetamina que abastecería el mercado ilegal

En un episodio que demuestra que el crimen organizado sigue creyendo que la química es su asignatura pendiente, las autoridades mexicanas desmantelaron lo que parecía el set de rodaje de Breaking Bad: Edición Sierra Madre. El laboratorio clandestino, instalado con la discreción de un elefante en una cacharrería, pretendía producir suficiente metanfetamina como para mantener despiertos a todos los burócratas del país durante un sexenio.

El operativo -una rara ocasión donde todas las instituciones coordinaron algo que no fuera un aumento de sueldo- logró incautar 150 kilos de droga lista para su distribución y materiales suficientes para fabricar otras 2.88 toneladas. Una cifra que, traducida al lenguaje callejero, equivale a aproximadamente “un chingo de cristal”.

El secretario García Harfuch anunció el golpe con el entusiasmo de quien cree que por cada laboratorio cerrado, el narco envía una carta de renuncia. La “afectación económica” de 966 millones de pesos al crimen organizado, aunque impresionante en PowerPoint, probablemente equivalga a lo que estos grupos gastan en botellas de agua mineral en una semana.

Mientras los ciudadanos aplauden la noticia entre reportes de balaceras, queda la pregunta: ¿cuántos de estos laboratorios operan con la misma discreción que un influencer en un restaurante de lujo? El gobierno insiste en que van ganando la guerra, aunque las estadísticas parezcan sacadas de un partido del Tri: mucho esfuerzo, pocos goles.