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Skubal domina con brazo de acero mientras los Tigres devoran a los Orioles

Un zurdo imparable y jonrones explosivos escribieron la victoria en un duelo de estrategias fallidas.

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Skubal domina con brazo de acero mientras los Tigres devoran a los Orioles

Tarik Skubal, el verdugo de Detroit, ejecutando su obra maestra ante los desorientados Orioles.

En un espectáculo que osciló entre el arte y la crueldad deportiva, Tarik Skubal convirtió el diamante en su lienzo personal, pintando siete entradas de pura dominación mientras los Tigres de Detroit aplicaban una lección de humildad a los Orioles de Baltimore con un contundente 4-1. No contentos con ganar, los felinos decidieron hacerlo con estilo: dos jonrones, incluido uno de tres carreras que dejó a los aficionados preguntándose si estaban viendo béisbol o un videojuego en modo fácil.

Skubal, ese zurdo que parece haber firmado un pacto con el diablo (o al menos con el comité del Cy Young), redujo a los bateadores rivales a meros espectadores. Tres hits, seis ponches, y una efectividad de 1.99 que hace pensar si deberían prohibirlo por considerarse arma letal. Mientras tanto, Dean Kremer, el pobre lanzador rival, tuvo el dudoso honor de servir de lanzador de prácticas en lo que pareció más un sacrificio ritual que una estrategia deportiva.

El momento cumbre llegó en la cuarta entrada, cuando Dillon Dingler y Parker Meadows decidieron que las pelotas merecían ver el mundo desde las gradas. El primero envió un proyectil que dejó al jardinero Cowser preguntándose por qué las paredes no tienen amortiguadores. El segundo, en un acto de pura generosidad, regaló a tres compañeros un paseo gratis al plato con un batazo que probablemente sigue volando hacia el olvido.

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Baltimore, en un intento por salvar las apariencias, anotó su única carrera cuando ya todos, incluido el árbitro, estaban pensando en la ducha. Will Vest, en un gesto casi compasivo, cerró el noveno para que los Orioles pudieran irse a casa temprano.

Mientras los Tigres celebran su liderato con la elegancia de un depredador que sabe que es imparable, los Orioles se quedaron con esa cara de “¿qué demonios acaba de pasarnos?” que solo el béisbol puede proporcionar. Y así, entre jonrones espectaculares y lanzamientos dignos de museo, quedó demostrado una vez más que en este deporte, como en la vida, hay quienes nacen para sufrir y quienes, como Skubal, nacieron para hacer sufrir.

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