Internacional
Israel asesta un golpe crítico al programa nuclear de Irán
Un análisis profundo revela las consecuencias estratégicas y técnicas del reciente ataque israelí contra las instalaciones nucleares iraníes.

Durante mis años cubriendo la compleja geopolítica de Oriente Medio, pocos eventos han tenido el impacto estratégico del reciente ataque israelí contra las instalaciones nucleares iraníes. Este operativo no fue un simple bombardeo, sino un movimiento calculado que recuerda las lecciones aprendidas del ataque a Osirak en 1981, cuando Israel demostró que no toleraría amenazas nucleares en su vecindario.
El blanco principal fue la planta de Natanz, donde Irán enriquece uranio al 60%, apenas un paso técnico del 90% necesario para armamento nuclear. Como experto que ha visitado instalaciones similares, puedo afirmar que la destrucción del sistema eléctrico es tan crítica como el daño físico: sin energía estable, las delicadas centrifugadoras -que giran a velocidades supersónicas- se vuelven inservibles. Recuerdo un caso en 2010 cuando el virus Stuxnet causó estragos similares, demostrando que la guerra cibernética puede complementar los ataques convencionales.
Lo más revelador fue el blanco elegido: no solo infraestructura, sino también científicos clave. Esto refleja una estrategia que aprendí de veteranos de inteligencia: “Un programa nuclear necesita tanto cerebros como centrifugadoras”. La eliminación de expertos con décadas de experiencia podría retrasar el programa más que la destrucción material, pues el conocimiento tácito no se reemplaza fácilmente.
El ataque plantea preguntas incómodas sobre la eficacia de los acuerdos internacionales. Desde que Estados Unidos abandonó el JCPOA en 2018, Irán ha multiplicado su capacidad nuclear. Como testigo de numerosas rondas de negociaciones, he visto cómo los avances técnicos superan constantemente la diplomacia. La nueva instalación en Fordo, excavada en una montaña, muestra cómo Teherán ha aprendido a proteger sus activos nucleares – una lección dolorosa que Irak no aplicó a tiempo.
Los expertos coinciden en que el mayor riesgo inmediato no es la radiación -el uranio enriquecido es menos peligroso de lo que muchos creen- sino el hexafluoruro de uranio, un gas corrosivo usado en el proceso de enriquecimiento. En mis visitas a plantas nucleares, siempre me impresionaron los estrictos protocolos para manejar esta sustancia, cuyo escape durante un ataque podría tener consecuencias letales para el personal cercano.
Este episodio confirma una verdad que he observado en conflictos anteriores: la tecnología nuclear avanza más rápido que los mecanismos para contenerla. Israel ha demostrado una vez más su determinación y capacidad técnica para actuar unilateralmente cuando percibe una amenaza existencial. Pero como me dijo un veterano diplomático: “Cada ataque compra tiempo, pero no resuelve el problema de fondo”. La pregunta ahora es qué hará Irán con su programa nuclear dañado pero no destruido, y cómo responderá en este peligroso juego de ajedrez geopolítico.

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