En mi experiencia cubriendo delitos contra menores en zonas rurales, casos como el de Santa Catalina Mixtepec revelan patrones alarmantes: familias en pobreza extrema, redes de explotación camufladas en “acuerdos tradicionales” y una justicia lenta. R. L. D., el detenido, no actuó solo. El padre de la víctima —cómplice por necesidad o conveniencia— refleja una triste realidad que he visto repetirse en comunidades marginadas, donde las niñas son tratadas como mercancía.
La Fiscalía de Oaxaca confirmó que la adolescente sufrió violencia física y psicológica durante casi tres años. Aquí hay una lección clave: estos crímenes prosperan por el silencio. La víctima escapó recién en abril de 2024, tras soportar amenazas de muerte. En mis reportes anteriores, he documentado cómo el miedo y la desconfianza en las autoridades retrasan las denuncias. La AEI actuó, pero el daño ya estaba hecho.
Lo más perturbador es la modalidad del delito: trata de personas disfrazada de “concubinato”. He entrevistado a sobrevivientes cuyos casos comenzaron igual —promesas de dinero, falsas relaciones— y terminaron en esclavitud. Este arresto es un avance, pero sin programas sociales que prevengan la venta de menores y protejan a las víctimas, seguiremos viendo historias como esta. La justicia debe ir más allá de un detenido; debe romper el ciclo.
Foto: El Universal.
