La Iglesia canoniza a los padres terrenales mientras esconde sus propios pecados

En un alarde de cinismo litúrgico, la Santa Madre Iglesia ha decidido repartir carnés de padre ejemplar como si fueran hostias consagradas. Desde su trono de mármol dorado, los príncipes de la sotana –que juraron celibato para evitar precisamente la paternidad– pontifican ahora sobre cómo criar vástagos en un mundo que ellos mismos ayudaron a desolar.

El editorial “Desde la fe” (que bien podría llamarse “Desde la ficción”) despliega un zoológico paternal digno de Noé: los padres mártires, los padres fantasma, los padres solteros (ese exótico 0.5% según el INEGI), y hasta aquellos que, en un arrebato de originalidad, decidieron no abandonar a sus hijos. ¡Qué progreso para una institución que durante siglos escondió pederastas bajo la faldas de la sotana!

La jerarquía católica, experta en vender perdones a plazos, ahora ofrece oraciones a crédito para padres ausentes: Recemos por los que se equivocaron, proclaman, mientras sus bancos vaticanos guardan oro suficiente para resarcir a todas las víctimas de abusos… si alguna vez decidieran hacerlo.

El colmo llega cuando canonizan la paternidad emocional: Un padre no solo provee, también consuela, dictan desde palacios donde los únicos abrazos son los de los cardenales a sus cuentas suizas. ¡Qué atrevimiento predicar sobre ternura cuando su historia está empapelada con autos de fe y hogueras!

Y así, entre ríos de tinta bendita, la Iglesia redescubre el agua tibia: que los hijos necesitan amor. Mientras tanto, en los confesionarios siguien sin responder por los hijos rotos que dejaron sus sacerdotes. ¡Vaya paradoja divina!