Dalila se va pero deja el caos y la burocracia intacta

En un acto de diva climática, la tormenta tropical “Dalila” decidió abandonar el escenario mexicano no sin antes lanzar su último espectáculo de lluvias torrenciales y vientos dramáticos. La Conagua, siempre puntual para anunciar lo obvio, declaró con solemnidad que “el peligro ha pasado” (excepto para quienes viven bajo charcos, deslaves o techos de lámina).

Con la precisión de un pronosticador de horóscopos, el organismo detalló que Dalila se encontraba a “320 km al oeste-suroeste de no-se-dónde”, con vientos capaces de arrancar sombreros y sueños, pero insuficientes para mover la maquinaria burocrática. “¡Manténganse alerta!”, gritaron desde sus oficinas con aire acondicionado, mientras en las costas el oleaje jugaba a ser tsunami de juguete.

Lo más hilarante: el Meteorológico advirtió sobre “lluvias puntuales intensas”, como si el agua cayera con agenda y reloj suizo. Nayarit y Jalisco recibirían el equivalente a una ducha divina, mientras Sinaloa y Michoacán disfrutarían de un “muy fuerte” masaje acuático. Colima, por su parte, se conformaría con un “fuerte” rocío apocalíptico.

Y así, entre cifras kilométricas y adjetivos climáticos, el gran circo de la prevención siguió su curso. La moraleja: Dalila se fue, pero la incompetencia sigue en casa. ¿Alguien tiene un paraguas para tanta ironía?

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