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El G7 recibe a Sheinbaum entre fusiles y promesas de dignidad

La cumbre del poder global se viste de protocolo y rifles, mientras México prepara su jugada maestra.

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En un despliegue que haría sonrojar a un regimiento de soldaditos de plomo, los legendarios caballeros del maple (alias la Real Policía Montada de Canadá) custodian con fervor casi religioso los accesos a Kananaskis, pueblo alpino reconvertido en fortaleza temporal del club de los ricos del planeta. Entre miradas suspicaces y escáneres que detectan hasta las intenciones ocultas, los vehículos son interrogados con más rigor que un espía en plena Guerra Fría. Todo sea por proteger a los siete magníficos —o más bien, a sus chalecos antibalas— de cualquier amenaza, incluida quizá la más temible: el sentido común.

Mientras tanto, desde el otro lado del continente, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo emprende su épico viaje en clase turista (¡qué mejor símbolo de austeridad republicana!) hacia el circo geopolítico. Su misión: enfrentar al orangután dorado de Wall Street, Donald Trump, en una reunión donde se discutirá, entre otras lindezas, cómo disfrazar de “protección nacional” el capricho arancelario y convertir a los migrantes en moneda de cambio. “Defenderé a los mexicanos con uñas y diálogo”, prometió la mandataria, aunque en la práctica eso signifique negociar cuántos muros caben en un apretón de manos.

El G7, ese exclusivo spa de decisiones globales, se frota las manos ante la llegada de México, país invitado a servir de contrapeso decorativo en la mesa de los poderosos. Mientras los líderes discuten el futuro del mundo entre canapés de salmón orgánico, Sheinbaum ensaya su discurso de dignidad portátil, esa que cabe en un tuit pero se esfuma cuando suenan las cifras del T-MEC. ¿El resultado? Una farsa montada con precisión suiza, donde todos actúan como si creyeran que el cambio climático se resolverá con un brindis y la desigualdad con una selfie grupal.

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Y así, entre fusiles que custodian privilegios y discursos que evaporan realidades, el circo de la diplomacia internacional levanta el telón. Bienvenidos al espectáculo donde las promesas son tan inflables como los presupuestos militares, y el único consenso real es que nadie quiere quedarse fuera del photocall.

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