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La revolución de las sillas o cómo el capitalismo descubrió el descanso

El asiento se convierte en arma de lucha contra la tiranía corporativa en una reforma histórica.

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Representación artística de la insurrección ergonómica (Crédito: El Universal)

En un giro copernicano que dejará pálidos a los teóricos marxistas, el sistema ha decidido que los siervos de la economía moderna merecen —atención, spoiler histórico— sentarse. A partir del 17 de junio, en un alarde de generosidad sin precedentes, la “Ley Silla” obligará a los señores feudales corporativos a proporcionar asientos con respaldo, demostrando así que el capitalismo salvaje puede ser domesticado… siempre que no afecte la productividad.

La normativa, bautizada por los think tanks neoliberales como “el comunismo mueblero”, establece que hasta el más humilde empleado de maquiladora tiene derecho a descansar sus posaderas en algo que no sea un barril de químicos. Sorprendentemente, esto aplica incluso para esos seres mitológicos conocidos como “trabajadores de seguridad” o “cajeros supermercaderos”, quienes hasta ahora creían que la posición fetal era una postura laboral estándar.

Las multas por incumplimiento (entre 28 mil y 280 mil pesos) equivalen aproximadamente al 0.0001% de las utilidades anuales de cualquier corporación mexicana promedio. No obstante, el verdadero castigo será psicológico: ver cómo el personal disfruta de ese invento español llamado “ergonomía” podría causar úlceras a más de un gerente acostumbrado a confundir la jornada laboral con un torneo medieval de resistencia.

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Mientras las empresas disponen de 180 días para convertir sus almacenes en versiones low-cost de Googleplex, la STPS prepara un manual titulado “Cómo identificar una espalda humana: guía para empleadores del siglo XXI”. Expertos en relaciones laborales anticipan que la próxima batalla será por implementar el revolucionario concepto de “pausas para orinar”.

En declaraciones exclusivas a este medio, un anónimo director de recursos humanos admitió entre lágrimas: “Si permitimos esto, ¿qué sigue? ¿Ventilación adecuada? ¿Salarios dignos? Es la pendiente resbaladiza hacia la dignidad”. Mientras tanto, en las oficinas legislativas ya se discute una reforma aún más radical: la “Ley Sombrilla”, que prohibiría trabajar bajo la lluvia… a menos que sea “esencial para la economía”.

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