El gran circo nutricional donde los niños son los payasos del sistema

En un alarde de eficiencia que haría sonrojar a los magos del Renacimiento, el Gobierno de la Cuarta Transformación ha convertido 17,588 escuelas en laboratorios antropométricos. Allí, 2.76 millones de pequeños conejillos de Indias son medidos, pesados y escaneados con el rigor de ganado de exposición, todo bajo el lema “Vive saludable, vive feliz” (o al menos vive lo suficiente para aparecer en el próximo informe trimestral).

El sumo sacerdote de la SEP, Mario Delgado Carrillo, reveló durante el ritual matutino de autobombo que 738 brigadas de 7,744 chamanes modernos (también conocidos como “especialistas”) han desplegado su arsenal contra los demonios de la malnutrición: desde reglas métricas sagradas hasta fluoruro bendito. Todo ello mientras las arcas públicas sangran más que las encías con caries que descubren.

Los hallazgos de esta odisea kafkiana son tan predecibles como trágicos:

• 40% de niños con sobrepeso (herencia de un sistema que vende refrescos como agua bendita)
• 10% con bajo peso (en el país del maíz transgénico y los programas sociales estériles)
• 60% con caries (metáfora perfecta de las políticas públicas corroídas)
• 40% con problemas visuales (¿será por intentar leer los compromisos incumplidos en los muros de las escuelas?)

La solución, como en todo buen relato distópico, es digitalizar la miseria: el Expediente Digital de Salud Escolar permitirá monitorear en tiempo real cómo se pudre el futuro, mientras los padres reciben SMS que compiten por atención entre publicidades de Coca-Cola y notificaciones de deudas médicas.

Y como todo circo que se precie, hay actos secundarios: Coppel y Banco Azteca repartiendo lentes (con publicidad incluida), mientras los lineamientos contra la comida chatarra se aplican con la misma firmeza que las leyes contra la corrupción. Mientras, 1.7 millones de ciudadanos asisten a pláticas donde se les explica, con gráficas de PowerPoint, por qué sus hijos seguirán comiendo frituras de bolsita.

Así, entre datos que nadie leerá y soluciones que nunca llegarán, la farsa nutricional avanza hacia su próxima meta: convertir 3 millones de expedientes en votos potenciales. Porque en este país, hasta la desgracia se mide en cifras redondas.