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Espectáculos

La cocina pierde a su rockstar mientras el show debe continuar

La industria culinaria llora la pérdida de una figura icónica que revolucionó la pantalla con su carisma y sazón.

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En un giro tragicómico del destino, la industria del entretenimiento culinario ha perdido a su sacerdotisa del espectáculo gastronómico. Anne Burrell, quien dedicó su vida a convertir Los Peores Cocineros de Estados Unidos en un circo mediático donde los ineptos con cuchillos pagaban por el privilegio de ser humillados en prime time, ha fallecido. Irónicamente, su corazón —órgano que jamás apareció en sus recetas— decidió abandonar el programa.

Food Network, la cadena que convirtió a Burrell en una gladiadora del sartén, emitió un comunicado tan edulcorado que habría provocado diabetes a cualquiera: “Transmitía la alegría de la cocina“, declararon, omitiendo que su alegría incluía gritos televisivos y miradas de desprecio dignas de un reality show. La misma cadena que explotó su imagen ahora la envuelve en papel celofán de heroína culinaria.

Su legado incluye enseñar a celebridades sin talento a freír huevos mientras cámaras grababan sus fracasos, y competir en Iron Chef, donde los ingredientes exóticos valían más que los salarios de los sous-chefs. Fundó un restaurante llamado Phil & Anne’s Good Time Lounge, nombre que evoca más un bar de karaoke que un templo gastronómico, y escribió libros cuyos títulos —Cook Like a Rock Star— sugerían que la cocina era un concurso de popularidad.

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Mientras el mundo llora su pérdida con lágrimas sazonadas con trufa, uno se pregunta: ¿cuántos aspirantes a chefs sacrificó en el altar del rating? ¿Cuántos peores cocineros sobrevivieron a sus críticas para vender ahora libros de “superación”? La paradoja es sublime: la gurú que predicaba “quiten el miedo” murió porque su corazón no siguió el guion. El show, por supuesto, continuará.

Su activismo contra el hambre y la diabetes —enfermedades que su industria contribuye a perpetuar con programas que glorifican el exceso— queda como un epílogo incómodo. Le sobreviven su familia, sus 200 concursos televisados, y un sistema que reemplazará su silla de juez antes de que se enfríe el horno.

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