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La revolución detrás de los nombres de los huracanes

Descubre la fascinante evolución detrás de la nomenclatura de los fenómenos naturales más destructivos.

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¿Qué pasaría si los huracanes no tuvieran nombres? Imagina el caos en las alertas meteorológicas: coordenadas confusas, santos olvidados y números interminables. Los ciclones tropicales —llámense huracanes, tifones o simplemente tormentas— no solo arrasan geografías, sino también nuestra capacidad de comunicar su peligro. La solución fue tan simple como genial: bautizarlos.

Pero esto no siempre fue así. En el siglo XIX, las Antillas sufrían el azote de tormentas bautizadas bajo el santoral del día, un sistema poético pero inútil para la emergencia moderna. Fue Clement Wragge, un meteorólogo australiano rebelde, quien rompió el molde al usar nombres femeninos, desafiando las convenciones de su época. Hoy, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) no solo alterna géneros, sino que retira los nombres de los huracanes más letales, como si fueran trofeos de guerra climática.

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¿Por qué importan los nombres? Porque transforman lo abstracto en tangible. Un huracán llamado “Katrina” o “Mitch” no es solo un fenómeno: es una historia, una advertencia y un símbolo. La OMM ha convertido la nomenclatura en una herramienta de supervivencia, donde cada letra del alfabeto salva vidas al evitar confusiones. ¿Podríamos ir más allá? ¿Usar inteligencia artificial para nombrar tormentas según su potencial destructivo? El futuro de la meteorología no está en las nubes, sino en cómo las nombramos.

La próxima vez que escuches sobre un huracán, recuerda: detrás de su nombre hay siglos de errores, innovación y un propósito claro: que la próxima tormenta no sea solo un número, sino una lección.

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