Afromexicanos exigen acción urgente tras el huracán Erick

En un giro tragicómico que solo la burocracia mexicana podría ofrecer, las comunidades afromexicanas de Guerrero y Oaxaca han tenido que exigir lo obvio: que el gobierno declare zona de desastre los territorios arrasados por el huracán Erick. Parece que, en el manual de la Cuarta Transformación, los desastres naturales deben primero pasar por un comité de estilo antes de merecer atención.

“El ciclón llegó con furia categoría 3“, explicaron activistas, “pero la indiferencia estatal es de categoría 5“. Mientras los funcionarios practican el arte de la declaratoria pendiente, las comunidades —aún traumatizadas por los huracanes Otis y John— recuerdan que en México los desastres son democráticos: afectan a todos, pero solo algunos tienen el privilegio de esperar décadas por soluciones.

El comunicado de las organizaciones revela la fórmula mágica del fracaso institucional: 1) Ignorar los problemas estructurales, 2) Enviar “Servidores de la Nación” que no conocen ni el nombre de las comunidades, y 3) Ofrecer censos con más agujeros que los techos de las viviendas dignas que nunca llegaron. ¡Eureka! La receta perfecta para perpetuar la desigualdad.

Entre los municipios afectados —desde San Pedro Mixtepec hasta Cuajinicuilapa— se extiende un paisaje surrealista donde el 80% de la población es afromexicana, pero el 100% de la invisibilización es institucional. “¿Emergencia?”, parecen preguntarse las autoridades mientras ajustan sus agendas para la próxima foto protocolaria con chalecos de ayuda humanitaria.

Las demandas incluyen desde empleo temporal hasta salud mental para las infancias, porque nada dice “México potencia” como tener que pedir limosnas de dignidad tras cada catástrofe. Las Afropoderosas denuncian lo impensable: que perder el “legado de generaciones” duele más cuando sabes que a nadie en el poder le importa.

Mientras tanto, en Palacio Nacional, algún asesor debe estar redactando el décimo comunicado de “solidaridad enérgica”. Porque en este país, la verdadera emergencia siempre parece ser la falta de memoria histórica.