México evacúa a 175 ciudadanos tras bombardeos en Medio Oriente

En un giro digno de una película de espionaje de bajo presupuesto, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) de México anunció con solemnidad burocrática que sus embajadas en el epicentro del caos geopolítico —también conocido como Medio Oriente— están en “alerta”, un eufemismo diplomático para “rezamos porque no nos toque a nosotros”. Tras los bombardeos estadounidenses a instalaciones nucleares iraníes (porque nada une más a la humanidad que jugar con fuego atómico), la Cancillería reportó la heroica evacuación de 175 connacionales, cifra que seguramente crecerá en cuanto algún funcionario recuerde que hay más mexicanos perdidos en bazares de Estambul.

Con la eficiencia de un reloj descompuesto, las embajadas en Irán, Israel, Jordania, Egipto y Azerbaiyán se convirtieron en improvisadas agencias de viajes: ofrecieron desde cruces terrestres dignos de contrabandistas hasta viajes marítimos con aroma a éxodo bíblico. Israel, en un acto de generosidad condicionada, permitió la salida de 116 mexicanos por rutas alternas, porque ¿qué mejor momento para un tour por Chipre que cuando llueven misiles? Jordania, por su parte, logró sacar a 29 aventureros entre cancelaciones de vuelos que hicieron parecer puntuales a Aeroméxico.

Mientras tanto, en Irán, 30 valientes alcanzaron Azerbaiyán, donde fueron recibidos no con flores, sino con el alivio de no ser confundidos con espías. La SRE, en un comunicado que mezcló jerga diplomática y optimismo inocente, aseguró que todos están “seguros y bien”, omitiendo detalles como el trauma postapocalíptico o la extraña nostalgia por los kebabs iraníes.

Y así, entre espacios aéreos colapsados y cancilleres cruzando los dedos, México demostró una vez más que, en el teatro global de las crisis, su papel oscila entre espectador preocupado y actor secundario con un libreto lleno de notas al pie. *Pendiente más información (y quizá un milagro).