Trump despliega juguetes bélicos en su última aventura contra Irán

En un acto de delicadeza diplomática sin precedentes, el magnate convertido en comandante en jefe, Donald Trump, ha decidido responder a las tensiones con Irán como cualquier adulto emocionalmente estable: lanzando bombas del tamaño de un edificio. Las Fuerzas Armadas estadounidenses, siempre ávidas de probar sus juguetes nuevos, desempolvaron misiles Tomahawk y la GBU-57, una “bomba antibúnker” cuyo nombre técnico debería ser “el abrelatas de la democracia”.

No contento con dejar que Israel jugara solito la semana pasada, Trump ordenó a sus bombarderos B-2 —esas aves metálicas que cuestan más que el PIB de varios países— soltar su carga sobre instalaciones nucleares. Porque nada dice “estamos abiertos al diálogo” como perforar 60 metros de tierra antes de hacer boom. Eso sí, con estilo: cada bomba pesa lo mismo que tres elefantes africanos, porque en EE.UU. hasta la destrucción se mide en unidades de machismo.

Pero el espectáculo no estaría completo sin los 30 misiles de crucero, disparados desde submarinos porque, claro, ¿qué mejor manera de demostrar “poder naval” que enviar proyectiles con capacidad nuclear a 1.600 km de distancia? Las fuentes consultadas —The New York Times, CNN y otros medios que Trump tacha de “falsos” hasta que le halagan el ego— confirman que esta operación fue tan precisa como un elefante en una cacharrería. Eso sí, con mejor producción: efectos especiales incluidos.

Mientras tanto, en algún lugar del mundo, un niño pregunta: “Mamá, ¿por qué no usamos ese dinero para hospitales?”. La madre, sabia, responde: “Cariño, porque los misiles tienen mejor rating en Fox News”.