Espectáculos
Muere Jack Betts, el rostro olvidado del cine clásico y el spaghetti western
Una vida de película se apaga: el legado del actor que sobrevivió al Duende Verde pero no al tiempo.

En un giro irónico que ni el mejor guionista de Hollywood habría osado escribir, Jack Betts —el hombre que sobrevivió a balas de gángsters en spaghetti westerns, al caos de Gotham en Batman y hasta al siniestro Duende Verde en Spider-Man— sucumbió ante el único villano invencible: el tiempo. A los 96 años, el actor que brilló en sombras cerró el telón definitivamente en Los Osos, California, dejando atrás un legado tan vasto como inadvertido.
De Shakespeare al Salvaje Oeste (y viceversa)
Nacido cuando el cine aún era mudo (1928, para ser exactos), Betts encarnó la paradoja del artista versátil en una industria obsesionada con etiquetas. ¿Era un galán de Broadway tras su debut en Ricardo III? ¿Un detective de serie B en Checkmate? ¿O acaso un cowboy de pacotilla en Sugar Colt, donde interpretó a un “agente especial” cuyo revólver disparaba más clichés que balas? La respuesta, como sus créditos en IMDb, es un caos delicioso.
El cameo existencial
Su momento cumbre llegó en 2002, cuando Spider-Man le permitió morir dos veces: primero como Henry Balkan (ejecutado por Willem Dafoe en pantalla), y luego como actor relevante, cuando el público confundió su rostro con el del abuelo de algún extra. Ironías aparte, su filmografía es un museo de curiosidades: desde un Trotsky asesinado (1972) hasta un oficinista anónimo en Office Space (1999), pasando por seis segundos de gloria en Frasier donde, según rumores, hizo reír a Kelsey Grammer sin querer.
“Hollywood es el único lugar donde puedes morir tres veces: en el guion, en taquilla y en el obituario”. — Anónimo (probablemente Betts tras su tercera escena cortada)
Epílogo: el actor que nunca fue estrella (y quizá por eso brilló)
Mientras las necrológicas se esfuerzan por venderlo como “el rostro de Oscorp”, la verdadera hazaña de Betts fue navegar siete décadas de industria sin caer en el olvido absoluto ni en la fama grotesca. Sobrevivió a la era dorada de la TV, al blockbuster de los 90 y hasta a la amistad con Doris Roberts (Everybody Loves Raymond), prueba definitiva de su resistencia. Hoy, sus sobrinos heredan no fortuna, sino algo más valioso: el derecho a decir “mi tío salió en Batman & Robin“… aunque nadie recuerde qué parte.

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