Nacional
El puma neoliberal que vino a cobrar la factura ecológica
Un depredador salvaje se pasea por la jungla de concreto mientras los humanos redescubren su lugar en la cadena alimenticia.

En un acto de justicia poética que Jonathan Swift hubiera aplaudido, un puma hambriento decidió hacer turismo gastronómico en los exclusivos fraccionamientos de Monterrey, donde los humanos construyeron sus casas sobre lo que antes era su territorio. La ironía: ahora son los felinos quienes gentrifican la zona.
El video, grabado con la misma solemnidad con que se documentan los discursos políticos vacíos, muestra al verdadero depredador alfa de la cadena alimenticia recordándoles a los habitantes su lugar exacto en ella. Mientras tanto, las autoridades ambientales -esas criaturas mitológicas- brillan por su ausencia como en los mejores relatos kafkianos.
La naturaleza cobra factura: un puma ejecuta el primer desahucio ecológico registrado en zona residencial premium.
Los vecinos, que hasta ayer celebraban haber conquistado las faldas de las montañas con sus desarrollos inmobiliarios, hoy descubren incómodos que la fauna silvestre no leyó el reglamento de condominio. El puma, en un acto de rebeldía anticapitalista, prefirió cazar gatos domésticos en lugar de pagar por comida delivery.
Lo más hilarante del caso es que las autoridades han respondido con la eficiencia característica: crearon un grupo de WhatsApp, programaron tres reuniones interinstitucionales y diseñaron un logo para la campaña “No alimente al puma neoliberal”. Mientras tanto, el felino probablemente ya abrió un TikTok enseñando cómo evadir operativos.
Expertos en ecología urbana (es decir, tuiteros con iPhone) debaten acaloradamente si el animal es un puma, un jaguarundí o simplemente la materialización de las consecuencias de nuestro desarrollo insostenible. Lo cierto es que este felino se ha convertido en el crítico ambiental más elocuente de Nuevo León.
Los habitantes exigen soluciones inmediatas, preferiblemente que no afecten el valor de sus propiedades ni requieran cuestionar su estilo de vida. Mientras, el puma -el único que parece entender las reglas básicas de la ecología- sigue su rutina: cazar, comer y esperar a que los humanos entiendan la metáfora ambulante que representa.

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