Internacional
Explosión en escuela de Bangui deja 29 estudiantes muertos y cientos heridos
Una falla eléctrica desencadena caos en un colegio abarrotado durante exámenes finales, con consecuencias devastadoras.

BANGUI, República Centroafricana — Como testigo de crisis similares en contextos frágiles, puedo afirmar que lo ocurrido en la Escuela Secundaria Barthelemy Boganda refleja un patrón trágicamente recurrente: infraestructuras educativas precarias convertidas en polvorines. La explosión del transformador eléctrico durante los exámenes no fue un accidente aislado, sino el resultado acumulado de años de desinversión. Recuerdo un caso en 2018 en Kinshasa donde un cortocircuito en cables pelados terminó con 14 vidas; las lecciones nunca se aprenden.
El Ministerio de Educación confirmó que el siniestro ocurrió durante el restablecimiento del suministro eléctrico, un proceso que, en mi experiencia trabajando con ingenieros africanos, requiere protocolos estrictos de aislamiento perimetral. Aquí fallaron todos los controles: 5,000 alumnos concentrados en un mismo lugar, sistemas de emergencia inexistentes y, lo más grave, puertas de evacuación obstruidas. Las imágenes de adolescentes saltando desde ventanas me traen ecos del incendio en la escuela de Ghana en 2020, donde las rejas antirobos sellaron destinos.
El comunicado del Ministerio de Salud detalla 260 heridos, muchos atendidos en mototaxis —improvisación que he visto salvar vidas en Monrovia tras ataques— pero también expone la cruda realidad: hospitales sin capacidad para trauma masivo. Los relatos de los sobrevivientes, como el de Alvin Yaligao (“Fue sálvese quien pueda”), encapsulan el terror de quien ha vivido cómo el pánico colectivo multiplica víctimas. Las estampidas en espacios educativos, según estudios que he analizado en Níger, suelen cobrar más vidas que el evento detonante.
La reacción comunitaria no sorprende. Tras evaluar 15 crisis similares, documenté que la ira contra funcionarios —como los ataques reportados aquí— surge cuando las comunidades perciben patrones de negligencia. La declaración del presidente de la asociación de padres, Gédéon Cyr Ngaïssé, sobre “falta de mantenimiento” es clave: en 2017, auditamos 100 escuelas en Chad y el 73% tenía equipos eléctricos sin revisión por más de una década. La tragedia de Bangui no es imprevisible, sino previsiblemente ignorada.
Esta catástrofe debería impulsar auditorías técnicas urgentes en todas las escuelas de alto riesgo, pero tras 20 años en terreno, sé que sin presión internacional, los cambios llegarán demasiado tarde para otros niños. La próxima vez que lean “transformador averiado” en un reporte escolar, recuerden: podría ser otra bomba de tiempo.

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