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La Marina captura un sumergible cargado de cocaína en costas de Guerrero

La Armada intercepta un cargamento millonario en una operación que revela la sofisticación del narco.

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La Marina captura un sumergible cargado de cocaína en costas de Guerrero

En un episodio que parece extraído de una película de espionaje, la Marina Armada interceptó un sumergible narco en las costas de Guerrero, cargado con 3.5 toneladas de cocaína. Sí, leyeron bien: no es un guión de Hollywood, es el negocio habitual de los cárteles mexicanos, que ahora operan con la tecnología de un villano de James Bond.

El Gabinete de Seguridad, en un arrebato de optimismo matemático, calculó que este decomiso le “ahorró” al mercado negro 846.5 millones de pesos y 7.2 millones de dosis. Claro, porque en el país donde el narco florece como maleza en temporada de lluvias, 3.5 toneladas son apenas un grano de arena en el desierto de la impunidad.

La operación —disfrazada de hazaña épica— consistió en detectar 180 bultos de polvo blanco que, sorpresa, resultaron ser cocaína. Los tripulantes del semisumergible, tres pobres diablos con más suerte que un perro en carretera, fueron entregados al Ministerio Público, donde seguramente enfrentarán el rigor de un sistema judicial que brilla por su eficiencia (nota: el sarcasmo es intencional).

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Mientras tanto, en Michoacán y Guerrero, los puertos siguen siendo el Walmart de los precursores químicos para fabricar drogas sintéticas. Los cárteles de Sinaloa y Jalisco, esos emprendedores incansables, ya no usan mulas: prefieren submarinos clandestinos con capacidad para 10 toneladas. ¿Innovación? No, solo otro día en el México neoliberal donde el crimen avanza más rápido que las políticas públicas.

La Marina, en un intento por justificar su presupuesto, despliega helicópteros y lanchas rápidas para perseguir a narcos que, irónicamente, usan los mismos motores fuera de borda que la institución compró en licitaciones opacas. El círculo virtuoso de la corrupción, señores.

Y así, entre operativos mediáticos y cifras infladas, el país celebra otra “victoria” en su guerra contra el narco. Mientras tanto, en las sombras, los capos ríen desde sus mansiones, porque saben que hoy perdieron un barco, pero mañana ganarán otro… y el negocio sigue a flote.

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