Kiko a los 81 años o el arte de resucitar muñecos rentables

En un giro digno de realismo mágico neoliberal, Carlos Villagrán, el octogenario más joven de Latinoamérica, ha decidido que las leyes de la biología son un detalle menor frente a las del mercado. Tras jurar solemnemente que jamás volvería a enfundarse el traje de marinerito (por “respeto al público”), el actor ahora anuncia su gira de despedida número 47 bajo el lema: Kiko: ahora sí que sí, la última vez (versión 2025).

El espectáculo, promocionado como un milagro de la gerontología escénica, incluirá:

• Caídas accidentales con asistencia de fisioterapeuta incluida
• Lloriqueos en cámara lenta para evitar lesiones musculares
• Un segmento especial: ¿Dónde quedó mi bastón? (interactivo con el público)

La dialéctica del Kiko: contradicciones que generan dividendos

Mientras Florinda Meza denuncia la profanación del legado de Chespirito, los productores peruanos han encontrado la fórmula definitiva: vender nostalgia en dosis homeopáticas a padres que ahora llevan a sus hijos a ver lo que sus abuelos veían de niños. Es el ciclo de la vida capitalista, explica un analista mientras cuenta billetes.

En redes, los memes no se hicieron esperar:

Kiko es como el PRI: siempre muere y siempre revive en época electoral — @SatirómetroMX

Si Chabelo hubiera sabido esto, habría muerto disfrazado de niño — @MeminPinguin

El manual del perfecto personaje zombi

Expertos en cultura pop han identificado las etapas del síndrome Kiko:

1. Jurar solemnemente abandonar el personaje (con lágrimas de cocodrilo)
2. Criticar a quienes explotan la franquicia (mientras se negocia con Disney+)
3. Anunciar el reencuentro mágico (previa transferencia bancaria)

Villagrán, maestro del arte de desmentir lo evidente, declaró: Mi peor enemigo es un niño llamado Kiko… pero con 81 años menos. La ironía fue tan densa que generó un agujero negro en X (antes Twitter), absorbiendo toda lógica circundante.