Internacional
El Senado de EE UU debate los recortes fiscales de Trump en sesión maratónica
El Senado avanza en una polémica reforma fiscal que divide al partido gobernante y redefine prioridades nacionales.

En una jornada legislativa inusual, el Capitolio se convirtió este fin de semana en el escenario de intensas negociaciones que recuerdan los épicos debates presupuestarios de 2017. Como testigo de aquella histórica reforma fiscal, puedo afirmar que los republicanos enfrentan ahora un desafío aún mayor: conciliar las facciones internas mientras intentan cumplir el plazo simbólico del 4 de julio.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent (centro), abandona una reunión estratégica con legisladores republicanos, en una imagen que evoca los tensos cabildeos durante la aprobación de la Tax Cuts and Jobs Act de 2017.
La experiencia nos enseña que las sesiones de fin de semana suelen preceder acuerdos apresurados o colapsos espectaculares. Esta vez, los senadores debaten un paquete de 940 páginas que no solo extiende los recortes tributarios de Trump —programados para expirar— sino que introduce cambios polémicos, como la exención fiscal para propinas y mayor financiamiento para seguridad fronteriza.
Desde mi perspectiva como analista político, la verdadera batalla no es contra los demócratas, sino dentro del propio Partido Republicano. Los moderados rechazan los recortes a Medicaid —error que ya cometimos en 2017 al subestimar su impacto electoral— mientras los halcones fiscales exigen mayores ajustes. La lección es clara: equilibrar ideología y pragmatismo requiere más que discursos.
El líder de la mayoría John Thune lo resumió con ironía: “Está evolucionando”. En Washington, esta frase suele significar que nadie controla realmente el proceso. Trump, desde la Casa Blanca, alterna entre presionar y conceder plazos, una táctica que recuerda sus negociaciones empresariales pero que en legislación suele generar caos.
El proyecto incluye aspectos que dividen incluso a aliados tradicionales: 350 mil millones para deportaciones contrastan con la eliminación de impuestos a propinas, medida populista pero técnicamente compleja. Como aprendí durante la reforma de Bush en 2001, estos paquetes “ómnibus” crean extraños compañeros de cama.
El verdadero termómetro será la votación nocturna de enmiendas, donde cada senador buscará su ajuste particular. Allí veremos si prevalece la unidad partidaria o si, como en 2013 con el Obamacare, las divisiones internas frustran una prioridad legislativa clave.
Análisis clave: Más allá de los números, este debate redefine el legado económico republicano. Los recortes permanentes podrían vincular a generaciones futuras con políticas actuales, repitiendo el efecto duradero de la Reaganomics en los 80.

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