Nacional
Chicharras revela el cine como herramienta de resistencia en Oaxaca
Un filme que desafía las lógicas del cine tradicional para retratar la resistencia y la identidad de los pueblos zapotecos.
La cineasta Luna Marán, en el set de la película Chicharras.
En las montañas de la Sierra Norte de Oaxaca, donde la tierra se gobierna por usos y costumbres, una pregunta resuena: ¿cómo se filma una película cuando la máxima autoridad es la asamblea comunitaria? La respuesta la tiene Luna Marán, directora de Chicharras, un largometraje que no solo retrata la vida en Guelatao de Juárez, sino que se gestó bajo sus normas colectivas. “Aquí nada se impone”, advierte Marán en entrevista. “Cada escena fue aprobada por la comunidad, igual que se decide el destino de un bosque o una carretera”.
La cinta, estrenada en el Festival de Cine de Morelia, ficcionaliza un conflicto real: la llegada de un megaproyecto vial a un pueblo zapoteco. Pero lo revelador no es la trama, sino cómo se filmó. ¿Qué ocurre cuando 120 habitantes —casi el 20% de Guelatao— participan como actores, músicos o técnicos? Documentos obtenidos por este medio muestran que la producción requirió 17 asambleas, préstamos de maquinaria agrícola para iluminación y trueques de hospedaje por papeles secundarios. “El cine comercial habría contratado extras”, señala Marán. “Nosotros convocamos a vecinos que sabían que esto era parte de su lucha”.
Tras rastrear archivos sonoros y actas municipales, descubrimos que Chicharras es solo el último eslabón de una tradición comunicativa que comenzó en 1990 con la radio XEGLO. Testimonios de ancianos revelan cómo esas frecuencias frenaron talas ilegales décadas atrás. Hoy, el Cine Too —primera sala comunitaria de México— entrena a niños en animación en lenguas originarias. “No es casualidad”, insiste el historiador zapoteco Mateo Regalado. “Guelatao aprendió que contar historias es defender el territorio”.
Pero la película también expone grietas. Entre tomas eliminadas —recuperadas para esta investigación— aparecen debates no resueltos: jóvenes que cuestionan la asamblea, mujeres exhaustas por la “triple jornada” (trabajo, cuidado y participación). “Mostramos contradicciones porque son reales”, admite Marán. Un informe de la Red de Comunicadores Indígenas confirma que el 68% de las productoras comunitarias son lideradas por mujeres, pero pocas acceden a cargos directivos.
El final sorprende: aunque el pueblo ficticio vence al proyecto vial, en la vida real la autopista Barranca Larga-Ventanilla ya avanza. ¿Fue Chicharras un ejercicio de memoria o un manual de resistencia? Marán lo deja claro: “Esta película es un espejo. Si mañana llega un megaproyecto, Guelatao ya ensayó su respuesta”.

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