Florinda Meza denuncia intoxicación en la boda de Gómez Fernández

En un giro digno de telenovela, Florinda Meza desveló que su “nariz perfecta” se convirtió en víctima colateral de una boda que mezcló champán, sospechas y un cóctel de inconsciencia. La actriz, tras tres cirugías reconstructivas, asegura que todo comenzó cuando alguien —quizá un bartender con ambiciones literarias— decidió aderezar su agua mineral con algo más que limón. “Era como si mi cuerpo hubiera firmado un pacto con la gravedad sin consultarme”, declaró, mientras describía su caída épica sobre la cantera, un momento que, irónicamente, tuvo más impacto que la propia ceremonia nupcial.

Mientras Chespirito roncaba en el asiento del copiloto —quizá soñando con los chistes que no escribió—, Florinda libraba su batalla personal contra un presunto “infarto” que resultó ser una intoxicación más propia de un thriller que de una recepción matrimonial. “Mil alfileres me atravesaban; mi corazón sonaba como una batería de rock”, relató, en lo que podría ser el guion descartado de El Chavo meets Breaking Bad. El oficial de tránsito que la auxilió, sin saberlo, se convirtió en el único testigo sobrio de una noche donde el “sí, acepto” quedó opacado por un “¿qué me pusieron en el trago?”.

Chantal Andere, por su parte, guarda un silencio tan hermético como el de un ataúd en un drama de Vicente Leñero. Su negativa a hablar del asunto —y de su exmarido— contrasta con la elocuencia de Florinda, quien, entre injertos y rebotes, logró convertir su tragedia nasal en una alegoría sobre los peligros de confiar hasta en el hielo de una boda. Mientras, los invitados —Gabriela Spanic, Christian Bach y otros sobrevivientes del evento— siguen sin aclarar si presenciaron una unión sacramental o el prólogo de un manual de toxicología.

La cereza del pastel: Roberto hijo bailando con la madre de Chantal, y Chespirito brindando por una amistad que, al parecer, no incluía revisar las bebidas. ¿Fue un accidente o un acto fallido de la alta sociedad? Florinda, con su nariz rehecha y su escepticismo intacto, parece sugerir que en el mundo del espectáculo, hasta el agua mineral puede tener un guion oculto.