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La utopía digital donde todos navegan pero pocos llegan a puerto

Una reforma que promete conectar hasta a los desconectados de la realidad.

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La utopía digital donde todos navegan pero pocos llegan a puerto

La senadora Olga Sosa, repartiendo wifi como panecillos en un banquete celestial.

En un acto de generosidad sin precedentes, el Senado de la República —esa asamblea de iluminados que jamás ha pisado un cibercafé de barrio— aprobó la Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión, un prodigio legislativo que promete conectar hasta a las piedras. Con 71 votos a favor (y 29 en contra de la felicidad universal), la norma garantiza que los cinco comisionados designados por el Ejecutivo —y bendecidos por los senadores— regularán el éter digital con la misma eficacia con que un elefante teje bufandas.

La senadora Olga Sosa, mesías de los bytes, proclamó que esta reforma “cierra la brecha digital”, aunque omitió mencionar que la brecha en cuestión tiene la profundidad del Cañón del Sumidero. Según sus cifras, ahora hay 141 mil comunidades con acceso a internet frente a las 13 mil de hace seis años. Lo que no aclaró es que en la mayoría, la velocidad de conexión rivaliza con la de un caracol con artritis.

Entre los logros más sublimes de la ley destacan:

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  • Medios comunitarios que podrán transmitir… siempre que no molesten a los consorcios.
  • Internet “universal”, un concepto tan etéreo como el compromiso de los diputados con la transparencia.
  • Defensorías de audiencias que vigilarán los contenidos con la misma firmeza con que un gato vigila un plato vacío.

Como cereza del pastel, los gobiernos extranjeros podrán difundir cultura y deporte, pero no propaganda política. Una distinción tan clara como el agua de un pantano: ¿acaso un documental sobre el fútbol alemán no es la mejor publicidad para el soft power europeo?

En resumen, esta ley revolucionaria —redactada en el Olimpo legislativo— asegura que todos tendremos internet, aunque sea en la misma proporción en que “todos” tenemos acceso a la justicia o a una pensión digna. Como diría Swift: “Prometer es lo más cercano a cumplir… en el reino de los discursos”.

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