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La militarización de la Guardia Nacional divide al Senado y redefine la seguridad

El Senado redefine el futuro de la seguridad nacional entre polémica y advertencias sobre riesgos democráticos.

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El Senado mexicano, en un giro disruptivo, ha transformado la esencia de la Guardia Nacional al otorgar su control a la Sedena, ignorando las críticas sobre la creciente militarización. ¿Es este el camino hacia una seguridad eficaz o una erosión encubierta del tejido civil? La reforma, aprobada con 75 votos a favor, no solo redefine mandos sino que permite a sus miembros contender por cargos políticos, borrando fronteras entre lo castrense y lo democrático.

Mientras Morena defiende el modelo como “policiaco con mando civil”, la oposición alerta sobre un punto de inflexión: “Es la consagración del control militar”, advierte Clemente Castañeda (MC). La ironía es palpable: una institución creada para ser moderna y civil ahora replica estructuras castrenses, desde formación hasta ascensos. ¿Innovación o retroceso? El PRI lo tiene claro: “México queda militarizado, con fuerzas armadas desviadas de su rol constitucional”.

El debate trasciende lo jurídico. Claudia Anaya (PRI) cuestiona el marco judicial, mientras el PAN recalca que “ejércitos no son policías de barrio”. Frente a esto, la réplica morenista —con frases como “mamados que levanten pesas”— revela una polarización que exige pensamiento lateral: ¿y si la verdadera disrupción fuera descentralizar la seguridad, empoderando a comunidades con tecnología en lugar de uniformes? Ejemplos como Colombia o Irlanda del Norte muestran que las soluciones creativas surgen cuando se rompen dicotomías. México merece más que un falso dilema entre militarización o caos.

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