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El IMSS descubre que los repartidores son humanos y merecen derechos

El IMSS lanza un plan revolucionario para proteger a los “emprendedores autónomos” del siglo XXI.

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En un giro copernicano que sacudió los cimientos del neoliberalismo criollo, el IMSS —esa institución que hasta ayer consideraba a los repartidores como hologramas con patas— anunció con bombos y platillos que, ¡oh sorpresa!, los trabajadores de apps son personas. Sí, seres de carne y hueso que enferman, se accidentan y hasta envejecen. Revolucionario.

Zoé Robledo, director general del instituto, reveló entre lágrimas de emoción burocrática que, tras décadas de fingir demencia, las empresas tecnológicas deberán pagar seguros sociales. “No es caridad, es justicia”, declaró mientras un ejército de abogados corporativos se desmayaba en sincronía.

Los nuevos “privilegiados” —antes llamados “socios independientes” por las plataformas— accederán a lujos como: no morir en la calle tras un choque (Seguro de Riesgos de Trabajo), no dejar huérfanos a sus hijos (Seguro de Vida) y el exótico derecho a jubilarse, concepto tan anticuado como la estabilidad laboral.

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La prueba piloto durará 180 días, tiempo suficiente para que tres gobiernos la declaren “éxito rotundo” o “fracaso del anterior”. Mientras tanto, las apps ya preparan su contrarreforma: cobrarán “tarifa solidaria” a los usuarios para compensar este ataque a su modelo de negocio basado en la explotación creativa.

El micrositio del IMSS incluye un FAQ donde se responde a preguntas existenciales como: “¿Soy empleado o no?” y “¿Por qué mi jefe es un algoritmo?”. Para mayor comodidad, habrá líneas telefónicas saturadas y respuestas automatizadas, porque nada dice “protección social” como un bot que te deriva 15 veces.

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