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El cardenal Dri, el confesor incansable que dejó huella en el Vaticano

Un legado de misericordia y absoluciones: la vida del cardenal que inspiró al pontífice.

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El cardenal Dri, el confesor incansable que dejó huella en el Vaticano

ROMA — En un mundo donde el perdón parece moneda de cambio escasa, el cardenal Luis Pascual Dri, ese sacerdote argentino que el papa Francisco elevó a los altares de la absolución express, ha decidido, con una ironía divina, que a los 98 años era hora de presentar su propia confesión final ante el Juez Supremo. El Vaticano, siempre puntual en estos trámites celestiales, confirmó el miércoles su partida.

Dri, un fraile capuchino que probablemente habría perdonado hasta a su propio obituario, falleció el lunes en Buenos Aires, donde su funeral se convirtió en un acto de despedida tan concurrido como sus confesionarios. Según L’Osservatore Romano, el periódico que narra las idas y venidas del reino de Dios en la Tierra, el cardenal murió en olor de santidad… o al menos en olor a incienso recién encendido.

Nombrado cardenal por Francisco en 2023 —cuando ya tenía 96 años y probablemente más indulgencias acumuladas que un jubileo—, Dri fue el confesor estrella de Buenos Aires, especializado en absoluciones express y en recordar a los pecadores que, al fin y al cabo, “Dios me dio un mal ejemplo perdonándolo todo”. Una teología reconfortante para políticos y celebridades en apuros.

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El papa, gran admirador de su estilo “perdono primero, pregunto después”, lo convirtió en el modelo a seguir para sacerdotes que, entre sermones y misas, a veces olvidan que su trabajo es repartir gracia divina como si fuera pan bendito. Francisco, que sabe que en la Iglesia las tradiciones pesan más que los milagros, insistía: “Sean como Dri, que nunca dejó a un pecador con los pecados en la mano”.

Hasta el papa León XIV (sí, ese que comparte consistorio pero no protagonismo) envió sus condolencias, firmadas por un secretario vaticano que, seguramente, también había sido absuelto por Dri en algún momento. Lo describió como un “abnegado pastor”, lo que en lenguaje eclesiástico significa: “Trabajó hasta el final sin quejarse… mucho”.

Así que, mientras el cielo gana un nuevo experto en perdón automático, la Tierra se queda sin uno de los pocos que creía que la misericordia debía ser más rápida que un tweet. Que en paz descanse… o, mejor dicho, que en paz absuelva.

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