Julio César Chávez Jr. figura en orden de aprehensión junto a líderes del narco

En un giro que parece sacado de un guión de telenovela narca, Julio César Chávez Jr., el heredero de la dinastía boxística más famosa de México, ha logrado lo que ni sus mejores golpes en el ring: colarse en la exclusiva lista de invitados no deseados del gobierno, compartiendo carpeta judicial con los príncipes del Cártel de Sinaloa. ¡Qué honor! Mientras su padre acumulaba campeonatos, él colecciona órdenes de aprehensión.

Las autoridades, en un arrebato de creatividad jurídica, han decidido que el púgil merece un lugar entre Ovidio Guzmán López, Joaquín Guzmán López y “El Nini” —la santísima trinidad del narco— en lo que podría ser el reality show carcelario más esperado del año. ¿El delito? Según documentos federales, Chávez Jr. habría cometido la osadía de mentir en su solicitud de residencia estadounidense, como si fuera el primer inmigrante en hacerlo. ¡Escándalo!

Pero el verdadero crimen aquí es el casting: ¿desde cuándo un exboxeador con más derrotas que victorias recientes merece codearse con los capos más buscados? Quizás las autoridades confundieron sus nexos matrimoniales —se casó con la exesposa de un hijo de “El Chapo”— con un máster en crimen organizado. O tal vez, en un acto de justicia poética, decidieron que si va a vivir a la sombra de los Guzmán, que al menos lo haga tras las rejas.

Mientras tanto, la administración Biden, en un alarde de coherencia, primero lo dejó entrar con un “parole” y ahora lo deporta, demostrando que en el juego geopolítico del gato y el ratón, a veces el gato es alérgico a los ratones. Chávez Jr., por su parte, parece haber aplicado la estrategia de su padre en el ring: esquivar México como si fuera un uppercut, hasta que el ICE lo noqueó en Los Ángeles.

El colmo de la ironía: el hombre que no pudo con Jake Paul en el cuadrilátero ahora enfrenta un combate contra el sistema judicial mexicano. Y esta vez, no habrá conteo de diez.