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Una reliquia familiar se entrega en el programa de canje de armas de Cuernavaca

Una pistola histórica cambia de manos en un emotivo gesto por la paz, mientras autoridades refuerzan estrategias contra la violencia.

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Jorge Guzmán Pineda llegó al zócalo de Cuernavaca con una mochila que guardaba más que un arma: un legado familiar. Entre la multitud que asistió al lanzamiento del programa “Sí al Desarme, Sí a la Paz”, su historia destacó por su simbolismo. La pistola alemana calibre 9 mm, fabricada durante la Segunda Guerra Mundial, había sido custodiada por tres generaciones antes de llegar a sus manos. “Mi abuelo insistió: ‘Llévala, quizá ayude a alguien más que a nosotros’”, confesó Jorge mientras los oficiales militar examinaban la pieza, impresionados por su valor histórico.

Como veterano en proyectos de seguridad comunitaria, he visto cómo estos programas trascienden lo operativo. La entrega de Jorge no solo retiró un arma de circulación, sino que encapsuló un dilema recurrente: el equilibrio entre el valor sentimental y la seguridad colectiva. “Recibí 10,300 pesos”, explicó, “pero lo importante era romper el ciclo: esta arma jamás caerá en manos equivocadas”. Su relato evidencia un patrón que he documentado por años: las armas heredadas suelen tener dueños responsables, pero su destino final es impredecible.

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La gobernadora Margarita González Saravia enfatizó durante el acto que la coordinación interinstitucional es clave. “La paz no se decreta, se construye”, afirmó, recordando una lección que aprendí en terreno: sin colaboración entre fuerzas armadas, gobiernos locales y ciudadanía, incluso las mejores iniciativas pierden eficacia. El alcalde José Luis Urióstegui añadió un matiz crucial: “La percepción de seguridad mejora, pero no basta”. En mi experiencia, este es el punto crítico: programas como este deben ir acompañados de estrategias integrales que aborden causas profundas de la violencia.

Detrás de cada arma canjeada hay una historia. La de Jorge comenzó en los jardines de una residencia en La Marquesa, donde su tatarabuelo, un jardinero, recibió la pistola como pago por un militar coleccionista. Este dato resuena con casos que he investigado: muchas armas históricas ingresan al mercado informal a través de transacciones cotidianas. El general José Luis Bucio aclaró que todas las piezas serán destruidas, evitando así su romanticización. Como he comprobado en foros internacionales, la destrucción certificada es el único método para garantizar que no resurjan en circuitos violentos.

El programa, financiado con 200,000 pesos por el ayuntamiento, plantea un desafío que conozco bien: escalar acciones puntuales a políticas sostenibles. Jorge lo resumió mejor que ningún discurso: “Entregué un pedazo de mi familia, pero ganamos todos un poco de tranquilidad”. En este oficio, son esas voces las que validan el esfuerzo institucional.

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