Espectáculos
Sorrentino desnuda el circo político italiano en Venecia
Un retrato fílmico que desnuda el circo del poder con la elegancia ácida de Sorrentino.

El director italiano, Paolo Sorrentino, abrirá la 82ª edición del festival con La Grazia, un espejo deformante de la clase política.
El maestro del absurdo elegante, Paolo Sorrentino, volverá a sacudir la alfombra roja de la Mostra con La Grazia, una sátira que promete ser tan sutil como un martillo sobre cristal veneciano. La cinta, que competirá por el León de Oro, retrata los estertores de una presidencia italiana ficticia (o quizá no tanto), donde los trajes caros esconden podredumbre y los discursos épicos se escriben con tinta invisible.
Según fuentes del festival, el filme —protagonizado por el siempre impecable Toni Servillo— podría ser un manual de supervivencia para políticos en crisis: cómo sonreír mientras el Titanic se hunde, cómo convertir escándalos en arte performático y, sobre todo, cómo vestir de Armani incluso para firmar la rendición. Los detalles de la trama son “alto secreto de Estado”, aunque basta recordar la historia reciente de Italia para adivinar el guion.
“Estoy encantado de que Sorrentino nos regale otra joya de la hipocresía ilustrada”, declaró Alberto Barbera, director del certamen, mientras ajustaba su corbata frente a un espejo de oro. El realizador napolitano ya había convertido antes el cine en un tribunal de la risa con obras como Il Divo (donde demostró que un peinado puede ser más poderoso que un decreto) y La Gran Belleza (un tratado sobre cómo decorar cadáveres sociales con flores frescas).
EL JUEGO DE LAS SILLAS (Y LOS LEONES)
“Sorrentino vuelve a competir con una película que podría definir nuestra época: un reality show disfrazado de tragedia griega”, añadió Barbera, sin mencionar que el Festival de Venecia lleva décadas premiando a quienes mejor retratan la farsa humana. La Grazia, producida por tres compañías y el beneplácito de los dioses del cine, promete escenas memorables: políticos llorando frente a espejos, banquetes donde se sirve humo y, por supuesto, el inevitable final con helicópteros y cuentas en Suiza.
Nacido en Nápoles —ciudad que entiende de caos y belleza—, Sorrentino ha convertido cada fotograma en un acto de subversión con champán. Desde los silencios elocuentes de The Consequences of Love hasta los excesos barrocos de La Gran Belleza (Óscar mediante), su filmografía es un recordatorio: cuando la realidad supera la ficción, solo queda reír… para no llorar.

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