El billón de pesos que convierte derechos constitucionales en propaganda oficial

En un acto de generosidad sin precedentes (y convenientemente electoral), la presidenta Claudia Sheinbaum reveló su fórmula mágica para erradicar la pobreza: arrojar un billón de pesos desde helicópteros metafóricos, disfrazados de “Programas de Bienestar”. Durante su ceremonia diaria de autobombo —erróneamente llamada “conferencia mañanera”—, la mandataria aseguró que multiplicar los recursos es la solución definitiva, aunque nadie recuerde qué pasó con los 835 mil millones invertidos este año.

“Es casi el 3% del PIB“, declaró con orgullo, omitiendo mencionar que ese mismo porcentaje se esfuma en corrupción, sobreprecios y publicidad gubernamental. Los beneficiarios, según ella, aumentarán exponencialmente, como si las familias mexicanas fueran setas después de la lluvia. El programa Mujeres Bienestar y los apoyos escolares completan el menú populista, servido en bandeja de plata para lavar la imagen de un gobierno que confunde asistencialismo con derechos sociales.

Lo más hilarante: jurar que estos programas son “derechos establecidos en la Constitución“, como si la Carta Magna incluyera un capítulo sobre compra de lealtades. “Humanismo mexicano“, le llaman. Los neoliberales robaban descaradamente; los transformadores lo hacen entre selfies con ancianos y spots televisivos. ¿La verdadera cuarta transformación? Convertir el erario público en capital político, mientras el país sigue preguntándose cuándo llegará el bienestar que no dependa de una tarjeta con logotipo oficial.