El absurdo arancel que convierte tomates en oro para Estados Unidos

En un giro digno de Los Simpsons, el gobierno estadounidense ha descubierto que gravar el jitomate es más rentable que perseguir evasores fiscales. Con una tasa del 20.91%, estos frutos rojos se cotizan mejor que el petróleo en Wall Street. ¿El objetivo? Recaudar 346 millones de dólares anuales para financiar… ¿más estudios sobre cómo exprimir a los consumidores?

El Departamento de Comercio, ese organismo que nunca duerme (excepto cuando hay que regular monopolios), ha decidido que el tomate mexicano es una amenaza existencial. No importa que represente el 61% del suministro en supermercados gringos. Los agricultores de Florida, esos mártires del capitalismo, claman por protección estatal mientras venden sus insípidos tomates a precio de caviar.

Según “expertos” (léase: lobbistas con corbata), los precios podrían dispararse entre 7% y 11%. Traducción: el consumidor pagará por la paranoia proteccionista lo que antes gastaba en Netflix. ¿Alternativas? Cultivar tomates en un territorio seis veces más grande que Washington D.C., porque nada dice “América First” como arrasar ecosistemas para plantar vegetales.

La Administración Trump, siempre innovadora en autosabotaje económico, ahora ve en el T-MEC un estorbo. ¿Para qué cumplir tratados si puedes cobrar aranceles al acero, aluminio, autos… y hasta a los aguacates? Próximo objetivo: gravar el oxígeno que respiran los migrantes. ¡Make America Greedy Again!

Mientras una delegación mexicana viaja a Washington (con maletas llenas de tomates de contrabando), los analistas especulan: ¿Será este el primer paso hacia la guerra de las ensaladas? Lo único claro es que, en el circo de la geopolítica, los únicos que pierden son los que creen que los impuestos son para construir hospitales y no muros.