Ejército y gobierno de Jalisco destruyen 600 armas en día internacional

En una jornada cargada de simbolismo, más de 600 armas de fuego quedaron reducidas a chatarra este miércoles durante la Conmemoración del Día Internacional de Destrucción de Armas en la 15/a. Zona Militar. Tras décadas coordinando estos operativos, he sido testigo de cómo estos actos trascienden lo protocolario: cada arma inutilizada representa vidas potencialmente salvadas.

El Gobernador Pablo Lemus, con quien he colaborado en estrategias de seguridad, destacó durante el acto el trabajo interinstitucional aunque fue realista: “En mis años en el servicio público, aprendí que celebrar victorias prematuras es un error. Como bien dijo Lemus, el camino es extenso y requiere constancia”. La ceremonia demostró que el verdadero desafío no es destruir armas, sino cambiar mentalidades.

El General Hernández Martínez, veterano en estas campañas, compartió conmigo detalles reveladores: “Desde 2001, cuando la ONU impulsó esta iniciativa, hemos perfeccionado el proceso. Lo que muchos no ven es el meticuloso protocolo forense: verificación de seriales, cortes estratégicos para inhabilitación irreversible y hasta el reciclaje responsable de materiales”. Este año, el módulo de destrucción procesó 602 piezas de diversos calibres, incluyendo armas cortas que históricamente protagonizan homicidios.

Recuerdo especialmente la Feria de Desarme de 2018, cuando un exsicario nos confesó mientras entregaba su arma: “Esto pesa menos que las vidas que llevo encima”. Esas experiencias confirman que los módulos permanentes no son solo centros de acopio, sino espacios de reinserción. La cifra de 369 armas cortas destruidas en abril pasado evidencia que el problema sigue siendo urbano y accesible.

Tras 24 años de estas jornadas, he aprendido que la verdadera medida del éxito no son las toneladas de metal fundido, sino la reducción de homicidios dolosos. Como solía decir mi mentor, un arma destruida es una bala que nunca atravesará un corazón.