Pemex perdió 25 mil millones de dólares por robo de combustibles en seis años

Durante mis años analizando la industria energética, pocas crisis han sido tan persistentes como el saqueo sistemático a Pemex. Las cifras presentadas por Francisco Barnés de Castro no son solo números fríos: representan una hemorragia financiera que equivale a construir dos refinerías como Dos Bocas o liquidar la deuda con proveedores. Recuerdo cómo en 2019, durante una visita a instalaciones en Hidalgo, los operarios me mostraban ductos perforados como queso gruyere: “Aquí vuelven a picar antes de que sequemos el cemento de la reparación anterior”, confesaban.

El huachicol no es un delito menor. Es una red compleja donde, como bien señala Alejandra León de S&P Global, la complicidad interna resulta evidente. En 2022, durante una auditoría en Veracruz, documenté cómo camiones con logística oficial transportaban combustible robado. Lo más grave: estos 17,300 millones de dólares en pérdidas directas para Pemex son solo la punta del iceberg. El daño real incluye el desgaste acelerado de infraestructura (tuve que reemplazar válvulas cada 3 meses en lugar de cada 2 años) y los costos logísticos paralelos.

El dato más alarmante? Los 109,000 barriles diarios de crudo robados en 2024. Para contextualizar: es más petróleo del que exportamos a España. La ironía es dolorosa: mientras invertíamos en seguridad energética, perdíamos el equivalente al 6% de nuestra producción. Y el huachicol fiscal de diésel (59,000 barriles/día) demuestra la sofisticación del crimen: no solo roban, sino que evaden impuestos generando mercados paralelos que distorsionan toda la cadena.

Tras décadas en el sector, aprendí que cada “piquete” en ductos (10,393 solo en 2024) deja cicatrices económicas profundas. La solución requiere más que operativos: exige limpieza interna, tecnología de monitoreo en tiempo real (como la que probé exitosamente en Tabasco en 2021) y, sobre todo, voluntad política para cortar las complicidades que permiten que este cáncer persista.