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La CURP biométrica o cómo el gobierno quiere ser el Gran Hermano con huellas dactilares

El nuevo documento de identidad que promete controlarlo todo, excepto las dudas sobre privacidad.

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En un giro digno de 1984 pero con toques de burocracia tropical, el gobierno mexicano ha decidido que la mejor manera de combatir la corrupción es convertir a cada ciudadano en un código de barras humano. La flamante CURP biométrica, presentada como la panacea de la identidad, promete ser el santo grial que resolverá desde fraudes electorales hasta la desaparición de calcetines. Eso sí, sin mencionar que también será la excusa perfecta para multar a cualquier funcionario que no adore el nuevo sistema con la devoción de un fanático religioso.

Esta versión 2.0 del control poblacional —perdón, quise decir documento de identidad— incluirá todo lo que el Estado considere necesario para vigilar a sus ciudadanos: fotografía, firma, huellas, escaneo de iris y, según rumores, hasta el patrón de ronquidos (para asegurarse de que no se duerma en los trámites). La excusa oficial es simplificar la vida, aunque la letra pequeña sugiere que, en realidad, simplificará la tarea de rastrear a cualquiera que ose cuestionar al sistema.

Lo más hilarante —o aterrador— es que las multas no son para los ciudadanos que se resistan a convertirse en datos cifrados, sino para las autoridades que no cumplan con el ritual de implementación. Entre 1.1 y 2.2 millones de pesos por no adorar al nuevo Dios Burocrático en el plazo de 90 días. ¿El mensaje? “No importa si el sistema funciona, lo importante es que parezca que funciona”.

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Mientras tanto, en Veracruz, el laboratorio de este experimento social, los ciudadanos hacen fila para entregar sus datos biométricos a cambio de la promesa de servicios médicos y apoyos sociales. Ironías aparte: ¿realmente creen que un gobierno que pierde actas de nacimiento cada semana podrá proteger esta mina de oro de datos personales? Las ONG ya advierten sobre filtraciones masivas, pero, claro, eso será culpa de hackers malvados, nunca de la negligencia institucional.

El futuro que nos espera es claro: sin tu CURP biométrica, no existirás. No podrás votar, enfermarte, emigrar o incluso desaparecer (porque, ¡oh maravilla!, el sistema te localizará). Eso sí, si algún día los datos terminan en manos de un narco o un político corrupto, tranquilo: habrá auditorías independientes… es decir, otro trámite infinito que nadie supervisará.

En resumen, bienvenidos al México del siglo XXI, donde la identidad segura significa que el Estado sabrá más de ti que tu propia madre, pero seguirá sin saber cómo arreglar un bache.

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