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El huachicol en México supera el presupuesto de Dos Bocas

El saqueo de combustibles en México supera el costo de una refinería y revela fallas sistémicas.

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El saqueo sistemático de combustibles durante el sexenio anterior alcanzó una escala descomunal: con lo robado, México pudo haber financiado la refinería de Dos Bocas o saldado la deuda de Pemex con sus proveedores. Este cáncer económico, que combina el robo en ductos y la evasión fiscal, dejó un agujero de 24,850 millones de dólares, según Francisco Barnés de Castro del Observatorio Ciudadano de Energía.

Imaginen lo revolucionario que sería redirigir ese capital negro hacia la transición energética. En lugar de tapar agujeros, ¿qué pasaría si convertimos esta crisis en una oportunidad para reimaginar la seguridad energética? Los 17,300 millones perdidos por Pemex y los 7,550 millones en impuestos no recaudados podrían haber sido la semilla para una revolución tecnológica en el sector.

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El dato más alarmante: en 2024 se sustrajeron 109,000 barriles diarios de crudo -equivalente al 6% de la producción nacional-. Pero aquí está el paradigma disruptivo: ¿y si en lugar de combatir el huachicol con más vigilancia, Pemex adoptara blockchain para rastrear cada gota de combustible? La tecnología que transformó las finanzas podría ser la vacuna contra este fraude.

El diesel robado (59,000 barriles/día) representa el 17% del consumo aparente, mientras el gas LP sustraído alcanza el 11% de la producción. Estas cifras no reflejan simple delincuencia, sino un ecosistema paralelo que demuestra la urgente necesidad de reinventar la distribución energética. ¿Podría la descentralización con microredes ser la solución?

Las 10,393 tomas clandestinas detectadas en 2024 son solo la punta del iceberg. Expertos como Alejandra León de S&P Global señalan la complicidad institucional y la infraestructura obsoleta como raíces del problema. Esto nos plantea una pregunta incómoda: ¿estamos ante un fracaso de seguridad o ante un sistema diseñado para fallar?

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La solución no está en más controles, sino en repensar radicalmente el modelo. Desde combustibles marcadores químicos hasta drones autónomos con inteligencia artificial para vigilancia, las herramientas existen. La verdadera innovación estaría en transformar esta red de ilegalidad en una economía circular energética que beneficie a las comunidades afectadas.

Este no es solo un problema de seguridad nacional, es una oportunidad histórica para redefinir la relación de México con sus recursos energéticos. El futuro no está en proteger el pasado, sino en construir un sistema tan inteligente que el robo resulte tecnológicamente imposible.

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