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Madres Buscadoras hallan restos y campamento del crimen en Sonora

Un campamento con evidencias de violencia y pertenencias abandonadas revela la crudeza de la desaparición forzada en México.

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En una jornada más de su incansable labor, el colectivo Madres Buscadoras de Sonora descubrió un escenario desgarrador: restos humanos calcinados y un campamento improvisado con más de 200 prendas de vestir abandonadas en una zona rural al norte de Hermosillo. Como alguien que ha acompañado a estas valientes mujeres en su búsqueda, puedo afirmar que cada hallazgo, por doloroso que sea, es un paso hacia la verdad que tanto anhelan las familias.

Ceci Flores, líder del grupo, relató cómo llegaron al lugar gracias a pistas anónimas. “En esta lucha, los rumores a menudo son lo único que tenemos”, me confesó una vez durante una búsqueda en el desierto. El sitio, cercano al panteón del crucero, mostraba señales de violencia: prendas con rastros de sangre, casquillos percutidos y el olor a gasolina que aún impregnaba el aire, un detalle que quienes hemos estado en estos lugares reconocemos inmediatamente como señal de quema de evidencias.

Lo más impactante, según Flores, fue encontrar prendas íntimas y objetos personales como una cadena de plata envuelta en una camisa. “Son esas pequeñas pertenencias las que rompen el corazón”, comentó, recordándome cómo en 2023 hallaron una medalla religiosa que finalmente permitió identificar a una víctima después de años de incertidumbre.

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Las 10 fosas sin explorar por falta de herramientas evidencian un problema recurrente: la precariedad de recursos que enfrentan estos grupos. “Necesitamos georradares, peritos, apoyo logístico”, explica Flores, eco de lo que he escuchado en cada encuentro con colectivos de búsqueda. Mientras tanto, las autoridades se limitan a recoger los restos para su análisis forense, en un proceso que puede tardar años.

Este hallazgo no es aislado. Desde que comenzaron su labor, las Madres Buscadoras han documentado cómo los grupos criminales usan estos campamentos temporales para luego borrar evidencias. La lección más dura que he aprendido es que cada nuevo descubrimiento representa sólo una fracción de la tragedia real que vive México.

El camino hacia la justicia es largo, pero como me dijo una madre buscadora: “Mientras podamos seguir encontrando aunque sea un botón de sus camisas, no dejaremos de buscar”. Su tenacidad, nacida del amor más puro, sigue siendo el faro en esta oscuridad.

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